viernes, 30 de agosto de 2013

SEPTIEMBRE

Septiembre llama a la puerta y, le abramos o no, va a entrar.

Para mucha gente, enero es el mes de los buenos propósitos, el mes en el que depositamos nuestras esperanzas de mejora para el nuevo año, el mes en el que vamos a dejar de fumar, apuntarnos al gimnasio y dejar de echar de menos a quien no debemos, el mes de “ya no más”.
Septiembre es el mes de la vuelta al cole, esa sensación que permanece de por vida, estudiemos o no, tengamos hijos o no. Septiembre es el inicio del nuevo curso escolar, o la nueva temporada, la oportunidad de aprobar todas las asignaturas pendientes acumuladas el resto del año. Es otro momento de buenos propósitos, de empezar alguna colección absurda por fascículos o de volver a hacer voluntad de cambio.


A mí me gusta septiembre, todo parece coger velocidad de nuevo. Es cierto que el verano nos empieza a abandonar perezoso, pero para los que no distinguimos verano del resto del año más allá de la temperatura, es un nuevo comienzo. El 15 de octubre queda cada vez más cerca y con él, la salida del EP digital de nuestra nueva aventura: SONORA, y con ello, la vuelta al movimiento; las entrevistas, los viajes, los bolos, la ilusión, las sonrisas… la música. Ya no sé donde acaba mi profesión y empiezo yo. Ya no sé si música es lo que hago o lo que soy.
Sé que para los que habéis estado de vacaciones septiembre es un mes duro. El mes en el que termina la desconexión y volvemos a la rutina, al día a día. También es una oportunidad para cambiar de punto de vista, de enfoque, de actitud, para hacer un punto y aparte e intentar cambiar lo que no nos guste de nosotros o nuestro entorno. A por ello pues.


Sea como sea, septiembre ya está aquí, y ha venido para quedarse, eso sí, sólo 30 días.
Joel Reyes

 

martes, 27 de agosto de 2013

SIN MEMORIA

De todas las enfermedades “comunes” que azotan al ser humano, sobre todo al acercarse el ocaso, pocas me parecen tan crueles como el alzheimer. Que nadie me malinterprete, todas las enfermedades lo son, pero verte despojado de los recuerdos de toda una vida, de todo lo que has sido y vivido, se me antoja de una crueldad extrema.

Ayer, viendo una serie, aparecían varias referencias al tema, empezando por “El diario de Noa” y terminando por un personaje que padecía la enfermedad. En una de las escenas, se llevaban a dicho personaje a una pista de Karting para rememorar sus tiempos de piloto de carreras. Uno de los personajes, que desconocía que padecía dicha enfermedad, comentaba que ese sería un día que tardaría mucho en olvidar pues lo estaba disfrutando como un niño pequeño, su nieto, le contestaba que seguramente al día siguiente no se acordaría de nada.

 
A diario, solemos utilizar mucho la expresión Carpe diem, abreviatura de la frase atribuida al poeta romano Horacio, “Carpe diem quam mínimum credula postero” (“toma el día como si creyeras que es el último”), y me preguntaba cómo viviríamos nuestros días, nuestros momentos si fuéramos conscientes de que al día siguiente los olvidaríamos por completo. Supongo que todo tendría otra intensidad, una intensidad única e irrepetible, puesto que ni siquiera nos quedarían nuestros recuerdos para volver a saborear ese instante.
 

No existirían pues todos los sentimientos asociados a nuestros momentos o decisiones; el arrepentimiento, el bienestar, el dolor, el placer y un montón de emociones que van unidas a nuestros actos cotidianos. Somos lo que vivimos y las huellas que ello deja en nosotros, en nuestra mente, en nuestros actos posteriores.


Desposeernos de recuerdos sería como empezar a diario de cero, como en esa película, Memento, en la que su protagonista olvida cada día lo hecho el día anterior y tiene que tatuar su cuerpo con lo vivido para poder recordarlo.
A veces bien estaría poder borrar alguna de las carpetas que habitan en nuestro disco duro mental. Dar a eliminar permanentemente y que algunos recuerdos se evaporaran de nuestra cabecita, aunque, como decía el nieto en esa escena de la que hablaba antes, sin memoria no habría que vivir con lo que duele, pero eso también nos impediría recordar todos los buenos momentos vividos, así pues, vivamos con todo, lo bueno, lo malo, y sobre todo, aprendamos y disfrutemos de ello.

Me voy camino del mar.
Feliz martes.

Joel Reyes

 

viernes, 23 de agosto de 2013

CERRAR EL LIBERTAD

Si un día me dieran un ultimátum y me dijeran que sólo puedo dar un concierto más en mi vida, sin duda, el sitio elegido sería el Libertad 8. No se puede explicar con palabras lo que tiene ese lugar, hay que estar ahí, sentirlo. Se dice que es el templo de la canción de autor, y no es una frase hecha, porque tiene mucho de templo. El respeto, silencio y atención que se respira en cada actuación es tal, que impone, convirtiendo cada concierto en una especie de liturgia.


Ayer volví a vivir una de esas noches mágicas en el L8. Volví a subirme a ese escenario nervioso como un novato. Antes de subir le comentaba mis nervios a Julián y le explicaba que para mi hacer un Libertad siempre es una responsabilidad solo equiparable al placer de habitar en su escenario de vez en cuando.

 
Tuve la suerte de compartir momentos increíbles y mágicos con Alex Larraga al piano y Manu Clavijo al violín y Arita Valsera volvió a prestarme su bella voz en “Si supieras”. Ahí quedaron versiones de “Báilame el agua”, “Pese a quien pese” y un “Mis posesiones” a pelo que no olvidaré, aunque eché de menos, como siempre, a Ramonet, girarse y no verle se me hace tan raro (¡vente pa’ Madrí ya!). Tanto Alex como Manu demostraron de qué pasta están hechos algunos músicos y se dejaron llevar hasta alcanzar momentos que me pusieron la piel de gallina. La emoción se podía cortar.


Agradezco cada nota, cada aplauso, cada palabra de agradecimiento, cada sonrisa, cada abrazo, porque son el aire que me da vida, mi vida.
 
Pero un concierto en el L8 no estaría completo sin acabar cerrando el Libertad. Echaba de menos eso de hacerme fuerte en la barra, cerrar el bar y quedarnos unos cuantos amigos conversando con Julián, que ahora ya, oficialmente, es el patrón de ese maravilloso barco. Me encanta hablar con Julián, es una de las personas más lúcidas e inteligentes que conozco, además de una especie de Wikipedia andante por la cantidad de datos, fechas e información que atesora de infinidad de temas. Eso por no hablar de la música que suena cuando la puerta se cierra. Digamos que esas canciones que todos llevamos en secreto en el corazón salen a la luz y las disfrutamos como niños pequeños entre risas y agua con misterio (¡Grande Manu!).

Echaba de menos una de esas noches y ayer me desquité, eso sí, hoy mis ojeras me delatan, pero valió la pena, como siempre. Espero volver pronto a ese escenario y volver a compartirlo con todos vosotros. Una vez más, GRACIAS.
Joel Reyes

Fotografías cortesía de Rocío Heras y Laura Bermúdez.

martes, 20 de agosto de 2013

CASTELLS

No soy especial amigo de las tradiciones, por las connotaciones vitales que conllevan. Las tradiciones son inmovilistas y por tanto poco amigas del cambio y la evolución.  Todos seguimos tradiciones, unos más que otros, unos con más entrega que otros.

Una costumbre o tradición es algo que se ha perpetuado en el tiempo en una sociedad. Hay tradiciones ancestrales que han sido eliminadas de nuestra cultura por razones obvias (la lista sería interminable) y muchas otras que se perpetúan en pleno siglo XXI y que dicen muy poco de nuestra evolución como seres humanos. Una tradición es un signo de identidad, pero hay tradiciones que no identifican nada bueno. No entraré en detalles por no levantar ampollas demasiado dolientes.

Todo este rollo introductorio viene a cuento para hablar de una tradición muy arraigada en mi tierra, Tarragona. Los “castells” (castillos en catalán). Para los que lo desconozcan, los “castells” son, básicamente, una torre humana, y es una de las tradiciones más arraigadas en la cultura catalana y en especial la tarraconense. 200 años de historia los contemplan. A finales del 2010 los “castells” fueron declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Es complicado explicar sobre el papel que es un “Castell” y creo que especialmente en este caso, una imagen vale más que mil palabras.

He leído que ayer durante la “diada castellera” de las fiestas de San Magí en Tarragona hubo un accidente durante una de las construcciones. Afortunadamente la niña o “enxaneta” que se llevó la peor parte, está fuera de peligro y el resto de afectados solo sufrieron contusiones y alguna que otra rotura menor.
 
En la tradición “castellera”, se suele empezar como “enxaneta” (el niño que corona las construcciones), para ir bajando en la construcción a medida que se van cumpliendo años y ganando peso. Ramón Reche senior, es decir el padre de Ramonet, granadino de origen, es un ejemplo de ello. Empezó siendo “enxaneta” para pasar por todos los escalafones de la construcción a lo largo de su vida. Hoy en día sigue siendo un apasionado de los castells aunque ya no ejerza.


Habrá quien diga que es una locura dejar que tu hijo de apenas 5 años se juegue la vida corriendo tal riesgo, yo mismo digo que me daría pánico ver a un hijo mío hacerlo, pero seguramente si lo hubiera visto en mi familia generación tras generación, mi opinión sería diferente. Leo que en el año 2012 se levantaron 9.300 “castells” a lo largo de las “diadas castelleras” celebradas en toda Cataluña y que sólo un 3% sufrió algún accidente con consecuencias y están documentados tres accidentes mortales en la historia de los “castells”, el último de ellos en 2006, el cual impulsó el uso del casco para los más pequeños que coronan la construcción.

Por encima de la opinión que esta tradición pueda generar, yo sólo puedo decir que asistir a una “diada castellera” es una de las experiencias más bellas y emocionantes que se pueden vivir dentro del marco de las tradiciones, es la unión de las personas por un objetivo común, la emoción compartida, el deseo de que ese “castell” se culmine y no el morbo de que se venga abajo. En definitiva, es una bella tradición que, a diferencia de otras, entiendo que inculca valores positivos de colaboración, solidaridad y unión tan en decadencia en los tiempos que corren.
Os dejo un enlace por si alguien quiere saber algo más y un impresionante video para que podáis entender algo más esta entrada, aunque un video se queda muy lejos de lo que se siente viéndolo en directo me emociono viéndolo en el sofá de casa. Si alguna vez tenéis la ocasión, no la desperdiciéis.

http://es.wikipedia.org/wiki/Castell


Joel Reyes

viernes, 16 de agosto de 2013

CONTRADICCIONES

El ser humano es contradictorio por naturaleza. Siempre he dicho que lo más difícil en esta vida es ser coherente con nuestros pensamientos, que nuestros actos vayan unidos a los principios que rigen nuestra existencia. No eres lo que dices que eres, eres lo que haces. Como dice ese niño de 9 años en el video que colgué hace unos días en mi muro, el sentido de la vida es, “simplemente”, lo que hacemos con ella.

Desde muy joven entendí que vivimos en una contradicción constante entre lo que decimos que queremos y lo que nuestros actos dicen de nosotros. Recuerdo en el instituto como las chicas siempre hablaban de cómo les gustaría encontrar a un chico bueno, romántico, que las mimase y las tratase como princesas, para luego colgarse de los malotes que las ignoraban en el mejor de los casos o les daban mala vida en muchos de ellos. Así somos. Creemos querer unas cosas pero nos atraen otras muy diferentes.
 
También es una conversación recurrente con el mundo femenino el tema del sexo. Las mujeres suelen quejarse de que los hombres somos básicos, insensibles, que vamos al grano y no atendemos a los juegos o protocolos preliminares. Parto de la base que el sexo es cosa de dos, que hay momentos para todo y que son la comunicación y el consenso los que deben regirlo.
Sin embargo, de pronto, una trilogía de literatura erótica (léase “50 sombras de Grey”), se convierte en un bombazo a nivel mundial y de la misma forma en este país. Muchas mujeres reconocen que las ha revolucionado y les ha abierto la mente. Lo cual, dicho sea de paso, me parece genial. Pero una cosa me choca al respecto. Esos libros hablan de unos roles sexuales muy alejados de esa dulzura, sensibilidad, romanticismo, que mencionaba anteriormente, del  “sexo vainilla”, que así se llama ahora al sexo “convencional”.  Entonces, ¿porqué esas novelas han cautivado de tal forma al público femenino?, ¿Queremos cosas diferentes a las que decimos querer? o ¿tal vez sean nuestra educación  y nuestros tabús los que rigen nuestros gustos a la hora del sexo y no nuestro instinto?.

Evidentemente, en el sexo hay momentos para la tempestad y la calma, pero en esos libros, la sumisión, el castigo, la dominación son hilos conductores, y se extrapolan, emocionalmente, más allá de una relación BDSM o de un acuerdo entre dos partes. Es ahí cuando entramos en zona peligrosa. Soy de los que piensan que lo que ocurre en la cama (o donde sea), ahí se queda, que es territorio sagrado en el que todo vale, siempre y cuando sea consentido y practicado en libertad pero se me antoja que no todo el mundo sabe separar lo que ocurre dentro y fuera de la cama o del contexto del sexo. Ese es el riesgo, extrapolar esos roles fuera del juego sexual y llevarlos más allá en las relaciones interpersonales.

 
Tal vez algunas fantasías no sean más que eso y no estemos preparados para llevarlas a cabo, tal vez sólo sea la curiosidad por lo desconocido, o tal vez, a veces nos asuste aceptar lo que realmente somos, lo que realmente nos gusta, nos pone, nos hace felices, o simplemente nos mantiene alerta y nos hace sentir vivos, porque muchas veces nos cuesta aceptar que lo que siempre hemos creído querer y desear para rozar con los dedos eso llamado felicidad, y no sólo estoy hablando de sexo, no es lo que nuestro instinto busca.


 
Joel Reyes

P.D.: Que conste que mi papel en esta entrada es el de mero abogado del diablo, y si bien, dejo entrever mi opinión, sólo intento provocar la vuestra y reflexionar, sin, por supuesto, pretender herir ninguna sensibilidad, porque todo vale si a nosotros nos vale y es elegido.

martes, 13 de agosto de 2013

LA MEMORIA MIENTE

Todos lo sabemos, aunque a la mayoría nos cuesta aceptarlo: la memoria miente. Todos tenemos miles de recuerdos asociados a personas, lugares, momentos, etc. Nuestro cerebro está lleno de reflejos de cosas vividas, pero cuando los reproducimos en nuestra mente, poco se asemejan a lo que realmente ocurrió. ¿A quién no le ha pasado tener un recuerdo maravilloso de una película que vio en su infancia y visionarla de nuevo para darse cuenta de que su recuerdo era totalmente erróneo o falseado?, o llegar a un lugar que visitábamos de pequeños y decir eso de “no lo recordaba así”, eso también tiene que ver con lo que hablaba en la entrada anterior, no somos esos que éramos cuando vimos esa película, o vivimos esos momentos, somos otros, con algo de lo que éramos, pero otros muy diferentes.



Lo mismo ocurre con las personas. Tendemos a “seleccionar” lo que recordamos dependiendo de lo que más nos interesa, emocionalmente, en cada momento, para conservar o rechazar algo que nos ha ocurrido. Nuestra memoria es selectiva e interesada, aunque no siempre la podamos controlar y a veces nos juegue malas pasadas. Los recuerdos nos engañan para protegernos, exageran, mienten, maquillan, camuflan, disimulan, pero nosotros somos nuestros recuerdos, nosotros los moldeamos, nosotros escogemos, nosotros encontramos alivio o alimentamos el dolor. Nadie nos hace daño cuando ya no está en nuestra vida, somos nosotros escogiendo el recuerdo y la posición en la que queremos vivirlo.
La memoria miente, mienten los recuerdos, por tanto, nada de lo que recordamos era exactamente como creemos que fue. Todo es cuestión de puntos de vista, puntos de vista que nosotros escogemos. Nada (o casi nada), fue tan bueno ni tan malo como para aferrarnos a ello o rechazarlo de por vida, porque todo nos hace, todo nos enseña.

Solo se puede considerar un error no aprender nada de nuestros tropiezos, de lo malo que nos tocó vivir, detenerse, dejar de caminar, aferrarse a un recuerdo que miente, el resto solo es eso que llamamos vida.

Joel Reyes

 

jueves, 8 de agosto de 2013

POLVO EN EL VIENTO

Seguro que todos, alguna vez, habéis dicho o escuchado eso de “tenemos una conversación pendiente” o “ya hablaremos cuando llegue el momento”. Todos, alguna vez, hemos dejado pasar ese momento, normalmente complicado o incómodo, en el que teníamos que afrontar una determinada conversación y coger “el toro por los cuernos”.

Sí partimos de la base de que lo único que permanece constante es el cambio, cosa en la que creo firmemente y a los hechos me remito, lo que hoy somos no es lo mismo que éramos ayer, y mucho menos parecido a lo que seremos en unas semanas, meses o años.


El sentido de una conversación radica en el momento en el que algo se nos ha removido por dentro hasta el punto de necesitar sacarlo, bajo unos parámetros emocionales, porque ese "cuando llegue el momento" suele ser sinónimo de "cuando ya no importe", y, una vez pasado el tiempo, muchas conversaciones carecen de sentido, o bien porque nuestros sentimientos al respecto han cambiado, aminorado, o desaparecido, o bien porque directamente, como dice el maestro Sabina, “no pido perdón, para qué si me va a perdonar porque ya no le importa”. Una conversación a destiempo, un perdón, una explicación, un motivo, pierden su valor si no son entregados en su momento adecuado. Han caducado. Por eso hay conversaciones pendientes que nunca se producirán y si llega el día en que ocurran serán meras aproximaciones emocionales a lo que pudieron ser porque los dos interlocutores no serán los mismos que en su día sintieron lo que fuera que sintieran.

Las explicaciones, disculpas, preguntas, respuestas, motivos… son como un zumo recién hecho, sólo conservan todas sus propiedades si se consumen de forma inmediata, después van perdiendo fuerza, hasta quedarse en meros sucedáneos de lo que un día fueron o supusieron para los afectados, porque, como dice otra gran canción, esta vez de Ángel Vargas, “todo pasa y todo se transforma”.
 
Por eso, si tienes una conversación pendiente, habla, pide perdón, explícate, da respuestas si así lo crees necesario, pero hazlo, mejor hoy que mañana, o como decían los Beatles, “Let it be” (déjalo estar), porque seguramente, pasado un tiempo ya no tendrá sentido remover nada, porque aquellas dos personas a las que dicho asunto afectaba, ya estarán en otro lugar, ni mejor ni peor, simplemente en otro lugar, y lo que fue tan importante y doloroso, seguramente ya habrá perdido su momento y su sentido, lo que necesitabas escuchar o decir ya no será más que polvo en el viento.

Joel Reyes

martes, 6 de agosto de 2013

REDEMPTION SONG

Hay canciones que son eternas, melodías reconocibles que forman parte de nuestra memoria y nuestros subconsciente por uno u otro motivo. Canciones que nada más empezar a sonar nos llevan a un momento, a un lugar, a una persona, a una emoción. Las canciones tal vez no puedan cambiar el mundo, pero tienen el poder de llevarnos a lugares, de calmarnos, de sanarnos, de ayudarnos a ver luz en momentos de oscuridad, de demostrarnos en muchas ocasiones que tenemos más en común de lo que nos diferencia con otras personas, las canciones unen.

Hay canciones que son visionarias, que nos demuestran que aunque cambian las formas y los envoltorios, no cambian las normas del juego.

"Redemption song" es una de esas canciones. Una canción que habla del poder del dinero, de la opresión, de la alienación mental y que defiende el poder del individuo para decidir, para elegir, para intentar escapar de esta vorágine que nos atrapa.


A mi esta canción siempre me lleva a mi amigo Alex Zurdo. Como dije hace ya unas cuantas entradas, he vuelto a disfrutar de su compañía y de esa casa en Doña Mencía, que como él bien dice, es un templo. Alex es de los que tararean por casa muchas canciones, pero esta es, sin duda, la que más veces se repite. Por alguna razón es como un mantra para él y hace unas semanas decidí grabarla en el salón de esa casa.


Alex está en Costa Rica y yo en Tarragona. En unos días estaré de vuelta a esa casa, él no regresa hasta mediados de septiembre. Sé que le voy a echar de menos y esta es mi manera de decirlo.

Amigo, disfruta de esa nueva aventura.

Te quiero,

Joel Reyes

viernes, 2 de agosto de 2013

HASTA SIEMPRE, PETER PAN

Ayer fue un día triste para los que la conocimos. Ayer nos enteramos de que la voz de Raquel Grijalba se ha apagado para siempre. La conocí hace más de 10 años cuando estaba protagonizando el musical de “Peter Pan”. Dentro del escenario derrochaba talento y frescura pero era fuera de él donde era más grande.

Tuve la suerte de compartir muchas noches de conversación y risas en su buhardilla de La Latina rodeados de sus gatos y junto a su fuego a tierra. Fueron tiempos de confidencias y canciones. Luego la vida hizo que nuestros encuentros se fueran espaciando cada vez más en el tiempo, pero eso no resta ni un ápice de valor a lo vivido y compartido. Para Raquel fue escrita “Mis posesiones”, no dedicada a ella, sino para que ella la cantara, ya que estaba en una situación emocional delicada. Cuando le enseñé la canción me dijo “eres un cabrón, has dado en el clavo en cada palabra”, supongo que, como dice mi amigo Alex Zurdo, “Mis posesiones” es una canción con la que todos nos sentimos identificados porque TODOS nos hemos sentido así alguna vez. Raquel la cantaba como nadie. Se la creía como nadie porque era suya. Siempre será suya.
Cantó, amó y lucho por lo que quería como la superviviente que era, hacía mucho que estaba malita, pero aún así se resistía a partir y se aferró a la vida hasta el final. Revolviendo entre mis viejas grabaciones he encontrado una versión en directo de “Mis posesiones” que grabamos juntos allá por el 2002 en el Buho Real, la calidad no es la mejor, pero es así como quiero que la conozcáis los que no lo hicisteis.

Yo siempre la recordaré en el auditorio Juan Carlos I surcando el aire vestida de Peter Pan, nadie podía interpretar ese Peter Pan mejor que ella porque ella era ese Peter Pan.
Son estas cosas las que nos recuerdan a diario nuestra fragilidad, pero por encima de la tristeza del momento, nuestra condición efímera y frágil solo debería servirnos para vivir la vida con más intensidad, sin miedo, puesto que cada día es un regalo que no sabemos si se repetirá, cada momento, un momento único e irrepetible, cada duda, una oportunidad perdida, porque, al fin y al cabo, la vida siempre nos acaba ganando la partida y los que se van lo hacen gritando a pleno pulmón que no desperdiciemos ni un solo segundo.



Gracias Raquel por “tocar” mi vida. Allá hacia donde vueles sé que seguirás cantando, y cuando nadie te vea, seguirás poniéndote, a escondidas, tu traje de Peter Pan.

Joel Reyes