martes, 29 de octubre de 2013

LA MENTIRA DE OCCIDENTE

A estas alturas, muchos de vosotros ya sabréis que el título de la canción que dará el pistoletazo de salida al primer disco de SONORA, se llama “La mentira de Occidente”. Cuando barajábamos con qué tema salir, había dudas. El disco ha quedado combativo, rockero, acorde a la situación y los tiempos que estamos viviendo y me apetecía que el primer bocado fuera enseñando los dientes, y por esas carambolas de la vida, al final, así ha sido.

“La mentira de Occidente” es una canción beligerante, una metáfora de este tiempo, de este circo que han construido con nosotros como excusa. Un canto al inconformismo, a la reacción, al punto y seguido, a mirarnos en el espejo y gritar “hasta aquí hemos llegado”.
 
Este pasado fin de semana tuvo lugar el rodaje del video clip de “La mentira de Occidente”. Pedro Walter es el director y Yoyo su mano derecha y ayudante. Como ya es tradición en casi todos nuestros videos, contamos con la ayuda de mi gran amigo David García Palencia, un actor como la copa de un pino. Podéis pensar que lo digo porque es mi amigo, pero su trabajo en este video vuelve a demostrar la veracidad de esas palabras. También contamos con la ayuda de Sandra Galó en el maquillaje, que no solo nos puso guapos (y no tan guapos), sino que nos iluminó con su sonrisa y su buen rollo.


El rodaje fue fluido desde el minuto 1, exceptuando el momento atasco debido a la lluvia que nos hizo llegar una hora tarde, pero Madrid sin atascos no sería Madrid.

Pocas veces lo he pasado tan bien en un rodaje. La comunicación fue fluida, el trato increíble, y eso hizo que el trabajo fuera no solo fácil, sino incluso divertido. El primer día de rodaje se nos fue en el trabajo de interior debido a la lluvia y tuvimos que posponer el rodaje de exteriores a la mañana del sábado.


No quiero desvelar demasiado de la trama del video, sólo diré que David creó un personaje a caballo entre lo inquietante y lo histriónico que va a dar que hablar; Doctor Sistema o, como lo rebautizamos debido a una broma interna, Imbécil Walter. Atentos.

La parte circense también está presente en el video. Me resulta curioso cómo, de  una forma casual y natural, se ha producido una especie de puente entre la cara más circense con la que arrancó Malacabeza en el primer videoclip que rodamos para nuestro tema homónimo y este primer single de SONORA. Todo está conectado.

No os desvelaremos el final del video, sólo os diré que el asesino es el mayordomo.
 
Estamos deseando ver el resultado y no tardará mucho. Esta semana se llevará a cabo el trabajo de montaje y edición y confiamos plenamente en que Pedro y Yoyo van a realizar un grandísimo trabajo que no va a dejar indiferente a nadie.

Avisados quedáis.
Comienza el movimiento.

SONORA ROCKS!
Joel Reyes

sábado, 26 de octubre de 2013

SINCRONICIDADES

La sincronicidad es el término que acuñó Carl Gustav Jung para definir  la coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo contenido significativo sea igual o similar”, diferenciándola del sincronismo que definía como “la mera simultaneidad de dos sucesos”.

Creo firmemente en la sincronicidad sobretodo cuando la vivo constantemente. Es la demostración de que todo está conectado, de que nuestro pensamiento es mucho más poderoso de lo que creemos y de que por encima de la distancia física hay conexiones mentales ineludibles.
Hoy ha sido un día en el que he podido vivir dos sincronicidades en mis propias carnes, a las que puedo añadir una tercera de mi amigo Alex.


Estaba esta mañana corrigiendo una antigua entrada de mi blog, una entrada que escribí pensando en una persona en concreto, persona de la que hacía meses que no sabía nada. He recordado el momento en que dejamos de hablar y el motivo por el que lo hicimos, incluso he pensado qué le diría en el caso de tener noticias de la misma. Una hora después esa persona me ha escrito.

Más tarde, y mientras repasaba otra entrada (por el motivo que pronto os contaré) que hablaba de mi estancia en las islas, concretamente en Fuerteventura, mi amigo Alex ha empezado a tararear la canción que escribí en esa isla, dedicada a ese lugar y a una persona que en él conocí. Por supuesto que Alex no sabía en qué estaba trabajando en ese momento.

Más tarde Alex me ha contado que iba por la calle pensando en un amigo al que tenía que llamar y de pronto le ha golpeado en el hombro.
Mucha gente lo llama casualidad. No niego la casualidad, pero desde luego que creo mucho más en la causalidad y en las energías entre las personas, en las conexiones, en el poder de nuestra mente.

Somos poderosos y nuestras posibilidades son infinitas, sólo es necesario creerlo. El universo es mucho más grande de lo que nuestra escasa capacidad nos permite ver y nosotros muchos más capaces de lo que nos permitimos  aceptar.
Abre los ojos.

Joel Reyes

martes, 22 de octubre de 2013

EL VALOR DE UN GESTO

Dicen que la belleza está en el ojo del observador. En el mundo hay cosas objetivamente más bellas que otras, pero hay otras muchas que son susceptibles de ser observadas desde muchos puntos de vista.

Una persona puede ser más o menos agraciada, pero es en los ojos de quien la mira donde radica lo bueno o lo malo que en ella vemos. Somos como somos, sin embargo no todos nos perciben de la misma forma. A unas personas caemos bien, a otras no, para unos somos agraciados, simpáticos, agradables y para otras todo lo contrario. Todo depende del momento, de las circunstancias, pero sobre todo, del punto de vista de quien nos observa.
Con los gestos ocurre lo mismo. Su valor es el que nosotros les damos. Me explico.

Una chica está en un bar, en ese mismo bar se encuentra el chico que le gusta y a su vez un chico que está colado por ella. Entra un vendedor de rosas. El chico enamorado, que la conoce bien, pero en el que ella apenas ha reparado, compra una rosa, se acerca y se la regala. Lo más probable es que ella sea educada, se sienta halagada, acepte la rosa y posteriormente comente la jugada con sus amigas como una agradable anécdota. Pero imaginemos que el chico que a ella le gusta hace lo mismo. Ahí la cosa cambia, probablemente, el corazón de la chica se acelerará, es probable que se ruborice, que no sepa cómo reaccionar o qué decir, que sienta que está tocando el cielo con la punta de sus dedos. El gesto es el mismo, la interpretación que de él ha hecho en ambos casos, en totalmente diferente. Parece una perogrullada, pero muchas veces se nos olvida.
 
Todos, o casi todos, hemos estado en uno y otro lado, unos más que otros, pero todos hemos vivido las dos caras de la moneda. Cuando alguien nos gusta, el más leve gesto nos parece el más grande de los triunfos. Un mensaje, una sonrisa, una mirada se convierten en un cielo abierto, un tesoro. Cualquier mínima señal es manjar de dioses para nuestra ilusión, mientras que cuando ese gesto viene de alguien que no es quien nos gustaría que fuera, ni la más llena de las lunas que nos bajaran del cielo podría provocar la emoción anteriormente expresada.

A todos nos pasa que cuando estamos esperando una llamada o un mensaje de alguien que nos importa, y el teléfono suena, ya puede ser nuestro mejor amigo, la prima de Cuenca, nuestra madre, o el mismísimo Obama quien nos llame, si no es quien queremos que sea, no podemos evitar un gesto de decepción.
Evidentemente hay excepciones. A veces ocurre que personas en las que inicialmente no hemos reparado acaban ganándonos, conquistándonos poco a poco, de forma paciente, discreta y silenciosa. En el amor, como en la guerra, no hay reglas, afortunadamente, y muchas veces esas personas nos atrapan de una forma mucho más sólida y consistente.

Por eso es bueno valorar los gestos que las personas que nos quieren y valoran tienen con nosotros, vengan de quien vengan, porque seguramente, detrás de esos gestos hay una carga emocional importante, una ilusión unida a ellos y eso es un tesoro en sí mismo, un regalo para nosotros y la persona que lo da.
Demos a los demás lo que nos gustaría recibir. Ni más, ni menos.

Joel Reyes

viernes, 18 de octubre de 2013

EL BESO

Un chico y una chica de apenas 15 años se besan en la puerta de un instituto. Un amigo inmortaliza el momento con su teléfono móvil y sube la foto a Facebook.

Un hombre golpea a una mujer en plena calle. Algunos curiosos observan la escena sin demasiada sorpresa. Los más, la ignoran.
Los chicos de la primera escena han cometido un delito. Al hombre de la segunda le ampara la ley.

Podríamos pensar que esta situación se da muy lejos de nosotros, pero no, esto ocurrió en Nador, una ciudad cercana a Melilla al noreste de Marruecos.
Los jóvenes fueron detenidos por “atentar contra la moral pública” y actualmente se encuentran a la espera de juicio.


A través de la red se convocaron varias “besadas”, como protesta por la detención de los jóvenes. La convocada frente al parlamento de Rabat terminó con una carga contra los “manifestantes” por parte de jóvenes musulmanes y policías de paisano que grababan la escena con teléfonos móviles, una carga que transcurrió al grito de "Libertad, libertad" o "Viva el amor" por parte de los iniciadores del beso colectivo, y los de "Somos musulmanes", "Fuera de aquí, satánicos" o "Abajo la inmoralidad", por parte de sus perseguidores.
Muchos ciudadanos observaban la escena sin mezclarse, pero recriminando la iniciativa del beso público con argumentos como que Marruecos no es un país europeo, sino musulmán y hay cosas que "no se hacen". Pegar a una mujer no es una de esas cosas que “no se hacen” por ir en contra de la ley musulmana.

Habrá quien me tache de populista o demagogo. Me la pela.
Respeto a la libertad religiosa, por supuesto, pero también a la defensa de los derechos humanos y a la libertad de expresión.

Podría extenderme en esta entrada pero creo que todo, o casi todo, está dicho.
John Lennon dijo: “vivimos en un mundo en el que hay que esconderse para hacer el amor mientras la violencia se practica a plena luz del día”.

Joel Reyes

martes, 15 de octubre de 2013

EL APAGÓN

Mi amigo Alex y yo, solemos tener muchas conversaciones acerca de cómo han cambiado las relaciones personales con la llegada de Whasapps, Facebooks, Twitters y demás “avances tecnológicos” para facilitar el “contacto humano”.

Alex es de los que aún se resiste al Whasapp, si bien empieza a sentirse como un paria, desconectado del mundo tecnológico, y por ende, de muchas de las cosas que tan solo ocurren a través de él. Alex es de la vieja escuela, de los que quedan con sus amigos para tomar botellines y contarse la vida mirándoles a los ojos o de los que llama cuando quiere saber de alguien. Afortunadamente, en nuestro círculo, lo de quedar solemos hacerlo a menudo.
Pero se quejaba amargamente de cómo, desde que apareció el invento del maligno, el contacto con la gente que conoce en sus viajes como guía por Asia y Sudamérica se ha reducido o eliminado tras estos. Los mails llegan con cuentagotas y el escaso contacto se mantiene por Whasapp, con lo cual él queda excluido. También cuenta con tristeza que en esos mismos viajes, mientras visitan lugares increíbles o explica historias, algunos están más pendientes de hacer fotos y enviarlas por Whasapp que de disfrutar de esos momentos únicos e irrepetibles.

Es el signo de los tiempos. Si no estás, no existes, si no lo cuentas, no ha ocurrido.
Hace unos días me ocurrió una cosa que me hizo pensar, un poco más, en qué nos estamos convirtiendo, en qué se está convirtiendo nuestra sociedad y nosotros con ella.

Un virus informático bloqueó mi ordenador. La mayoría de mi trabajo lo realizo con él, exceptuando la composición, para la cual tan solo necesito mi guitarra, un papel y un bolígrafo. No tenemos tele, con lo cual, nuestro contacto con las noticias se da a través de la red. Nuestro hobby cuando no estamos trabajando es devorar series online. De pronto todo eso desapareció. La primera sensación que me invadió fue de impotencia y cierta incomodidad. Después pasé a pensar lo dependientes y vulnerables que nos hemos vuelto. Afortunadamente al cabo de una hora mis constantes vitales se habían estabilizado y me puse a leer, luego salí a correr. Conseguí sobrevivir a mi apagón. No fue para tanto.
De pronto me puse a pensar en qué ocurriría si tuviésemos un apagón general. Imaginad por un momento (con cuidado, que esto puede provocar ataques de ansiedad) que de pronto la red eléctrica, internet y telefonía se caen durante, digamos, un mes. Muchas de las personas que forman parte de nuestro día a día ni siquiera sabemos donde viven, nuestro único contacto con ellas se reduce a un número de teléfono o un Facebook, no podríamos ir a buscarlas a casa, y en un Madrid, con 5 millones de habitantes, podría ser una ardua tarea encontrarlas, como buscar una aguja en un pajar.

Imaginad por un momento que acabáis de conocer a alguien especial, alguien que os gusta mucho, alguien de quien apenas tenéis información más allá de un número de teléfono y unas cuantas conversaciones. De pronto perdéis toda posibilidad de contacto con esa persona, más allá de buscarla por las calles de vuestra ciudad. Puedo imaginar perfectamente el agobio. No me digáis que no da para una buena historia.
Realmente resulta, cuanto menos, angustioso comprobar cómo la tecnología condiciona nuestras vidas, nuestras relaciones, nuestro mundo. No es mal ejercicio desconectar de vez en cuando de todos nuestros enganches para comprobar que aún somos humanos, que podemos relacionarnos como cuando éramos pequeños e íbamos a casa de nuestros amigos a llamar a su timbre para que bajaran a jugar.

¿Sabes dónde viven todos tus amigos y personas cercanas? Empieza a averiguarlo por si acaso.
Joel Reyes

P.D.: No os perdáis este video. Es genial. Entenderéis a Alex y tal vez sintáis incomodidad al veros reflejados en él de un modo que no os gustará.

viernes, 11 de octubre de 2013

CON LAS RODILLAS PELADAS

La tendencia natural de la mayoría de los padres es sobreproteger a sus hijos. Ese amor incondicional nos lleva a temer por ellos, a estar demasiado encima, como excusa decimos que queremos protegerlos, que no queremos que les pase nada, pero esa es sólo nuestra excusa, es nuestro miedo el que habla, nuestro egoísmo.

Un niño necesita jugar, ensuciarse, caerse, hacerse rasguños en las rodillas, darse un buen coco, o hacerse alguna brecha alguna vez en la vida. Que nadie me malinterprete. Que levante la mano aquel o aquella que no haya pasado por eso en su infancia. Es tan necesario como difícil de evitar. Es una manera de aprender. La experiencia es la mejor manera de comprobar por nosotros mismos las trampas y secretos de la vida.
Un niño sobreprotegido es un niño en una burbuja, un niño con miedo, que se vuelve temeroso de todo y ajeno al mundo que le rodea. Proteger está bien, sobreproteger coarta, castra nuestra evolución como individuos, y es en esa etapa cuando se definen las bases de lo que seremos el resto de nuestra vida.


No, a día de hoy no tengo hijos, pero me encantaría tenerlos y sé que más pronto que tarde ese día llegará, ahí tendré que luchar para aplicarme mis palabras y ser coherente con ellas. Ese será otro cantar. Habrá quien diga que hablo sin conocimiento de causa. No es así, he vivido toda mi vida rodeado de niños pequeños, y no, no todo en la vida ha de vivirse para ser conocido, sólo hay que estar atento y observar.
 
Todos tenemos un niño mimado al que, CASI SIEMPRE, intentamos por todos los medios proteger y muchas veces sobreprotegemos: Nuestro corazón. Ahí quería yo llegar.

No me preguntéis porqué mis últimas entradas acaban desembocando en el mismo mar, tal vez sea porque es en esas en las aguas que nado, no olvidéis que es este MI DIVÁN y como tal ejerce, y al primero que le hablo siempre desde aquí es a mí mismo.

Sobreproteger un corazón tiene el mismo efecto en nosotros que en ese niño. Se vuelve asustadizo, frágil a los ataques externos, ajeno al mundo, pero sobretodo, se oxida, pierde la forma y no conseguimos protegerlo de nada, tan solo castrarlo, condicionarlo, volverlo asustadizo y temeroso.

El corazón es nuestra más bella metáfora. Es el motor de la máquina que nos envuelve, de nuestro cuerpo, el que nos hace caminar, correr, el que todo lo hace posible a nivel motor. Por tanto debe ser un músculo fuerte y para ello necesita estar entrenado, necesita jugar, ensuciarse, caerse, hacerse rasguños en las rodillas, darse un buen coco, o hacerse alguna brecha alguna vez en la vida. Sólo así estará preparado para sanar cuando esas heridas sean más profundas de lo habitual. Un niño toma miedo a algo cuando se hace daño, pero olvida en cuanto el dolor ha pasado y vuelve a la carga. Sólo así  puede nuestro corazón seguir latiendo con más fuerza y cumpliendo su misión, sin miedo, aunque sí, cuando golpean varias veces en él, he de reconocer que el dolor y las agujetas te hacen pensártelo más, pero como un buen púgil, hay que coger aire y volver al cuadrilátero de la vida. Rendirse no es una opción.

A pesar de dolores y caídas, una cosa me hace darme cuenta de dónde quiero estar, de cómo quiero vivir,  y es hacerme una pregunta, ¿cuándo ocurren todas esas cosas que nos enseñan cuando somos niños?, ¿que nos hacen aprender a partir de la experiencia?; cuando jugamos, cuando curioseamos, cuando probamos, cuando no hacemos lo que es prudente, cuando nos dejamos llevar sin que el miedo nos atenace.

Joel Reyes

martes, 8 de octubre de 2013

ACTUALIZACIONES

Al que más o al que menos, el término “actualización” no le será ajeno a estas alturas del partido. Las “actualizaciones” o “updates” están a la orden del día, sobretodo en términos de tecnología. Nuestros teléfonos y ordenadores no paran de informarnos de las últimas actualizaciones de todos esos programas y aplicaciones que condicionan nuestros días y, a veces, no siempre, nos facilitan la vida.

El otro día, mientras corría junto al Manzanares, empezó a rondarme el pensamiento que da forma a esta entrada. Hago un inciso para decir que cuando corro mi cerebro funciona de forma diferente y muchas ideas, respuestas, frases de canciones, etc., nacen de esos momentos en los que estoy a solas conmigo mismo mientras mi cuerpo se cansa y genera endorfinas.
 
El ser humano tiende a pensar que, una vez traspasada la barrera de la adolescencia, apenas si cambia en lo que tiene que ver con sus opiniones respecto al mundo y lo que nos rodea, que nuestras opiniones permaneces casi inalterables a lo largo del tiempo, pero no hace falta echar la vista demasiado atrás para, si somos personas inquietas y atentas, descubrir que nuestras opiniones y percepciones con respecto a la vida, las personas, las relaciones, la política, la religión, el mundo, etc., no dejan de cambiar, que lo que defendíamos con pasión no hace demasiado tiempo ya no lo tenemos tan claro, que lo que antes era blanco ha virado, sospechosamente, hacia el gris, hay quien lo llama madurez, yo, simplemente cambio, como ya he dicho alguna vez, para mí, la madurez está sobrevalorada.


Esas son nuestras “actualizaciones” o “updates”, nuestros nuevas versiones de nosotros mismos, casi idénticas en apariencia pero con novedades, con nuevas "aplicaciones", con una “evolución” con respecto a lo que éramos antes.
Pero como en toda actualización, no siempre "nuestros usuarios” están contentos con la evolución o el desarrollo de nuestros "updates". A veces la versión antigua era mejor, más intuitiva, adaptativa, ágil y práctica a ojos de los demás.

Las “actualizaciones” basadas en la experiencia y el ensayo-error, deberían caminar hacia adelante, pero eso solo ocurriría en un mundo perfecto, y, me da, que no es el caso, entre otras cosas porque, como se suele decir, nunca llueve a gusto de todos. Las personas no siempre caminamos hacia adelante. No siempre sacamos las conclusiones acertadas de los errores, ni escogemos la mejor opción. En muchas ocasiones la experiencia nos vuelve miedosos, conservadores, poco propensos al riesgo, pero a veces, hay gente, como Enrique, que lo ve claro. No es dónde estamos, sino dónde queremos estar.
Yo quiero pensar, porque así lo siento, que mi última actualización es la mejor de todas, que mi yo actual es mi mejor versión, la que más me gusta, para mí, para la vida que quiero vivir, la que más encauzada está al hombre que quiero ser y ofrecer a los demás, a los valores que quiero que rijan mi vida, queda mucho por recorrer, mucho, pero siento que estoy en el camino correcto… y me gusta.

Joel Reyes

viernes, 4 de octubre de 2013

MANUAL DE VIDA (2ª Parte)

Esta es la segunda parte de la entrada del pasado martes inspirada en un texto que me hizo llegar mi amiga Ana de un antiguo profesor suyo de literatura llamado Enrique Díaz-Berrio Casado. Aunque por separado también encontraríamos mucho y bueno, es en conjunto donde radica su valor. Si te perdiste la primera parte, te recomiendo que la leas antes de leer lo que viene a continuación.

“La soledad y la responsabilidad son el contrapeso inevitable de la libertad. Así que ya no sirve el "Enrique, ¿puedo ir al baño?, ni el "¿tú crees que debo presentarme a subir nota?", ni nada parecido. Sus padres les acompañarán más tiempo, por fortuna, quizá toda la vida, pero también va a llegar el momento donde les va a tocar a ustedes mismos darse permiso para ir al baño o negárselo, y decidir miles de cosas más, mucho más importantes que venir a subir nota o no.
Y para hacerlo bien, me parece absolutamente necesario saber qué es lo que uno desea para sí mismo. Y no me refiero sólo a una elección profesional, que la felicidad está en la fontanería lo mismo que en la medicina y hasta en la docencia, porque de hecho no está en ninguna de las tres. Cuando digo proyectar o soñar, no me refiero a escoger una ocupación remunerada, una profesión o un trabajo, sino fundamentalmente a decidir quién quieren ustedes ser. O sea, cómo quieren ustedes afrontar el fracaso, la soledad, el matrimonio y la tortura en cárceles cubanas. Qué opinan, qué les hace sentir y cómo se posicionan ante la muerte de las ballenas, Belén Esteban, la familia, el amor, la tercera edad, la política, la fe, la pareja, la homosexualidad, la muerte, el tabaquismo, los coches de motor eléctrico o la maternidad. Eso es lo que tienen ustedes que ir decidiendo, para poder formularlo como un proyecto en cuanto puedan (ya saben: "jugamos a que yo era..."), de modo que su vida se parezca a los que ustedes decidan que sea, y no a lo que a los demás, por mucho que les queramos, nos gustaría que fuera. No vaya a ser que cumplan 70 años, se miren al espejo y descubran que han estado haciendo el ridículo, ojo.


Así que la tesis principal que defiendo (y sí, lo digo por ayudar en el comentario de texto) es que el lenguaje es la capacidad humana que nos abre a la utopía, y que ésta es necesaria para la felicidad y la independencia. Sin utopía, la vida se queda en "mañana" y poco más, que es lo que le pasa al mono, pobre. Y en la inercia del "sólo existe mañana" lo más fácil es que nos lleve la corriente. Cervantes, que era el más listo, lo sabía, y Don Quijote no hace otra cosa en las mil páginas del libro que no conformarse con lo que hay y nombrar una y otra vez "su" mundo hasta hacerlo mejor: tú eres Dulcinea, tú, Rocinante y tú, la princesa Micomicona. Y si Cervantes, manco, enfermo, desengañado y con 60 años sabía esto en 1605, sin Internet ni nada, y lo proponía como única manera digna y libre de vivir, qué no podrán ustedes hacer con todos los días de su futuro, siendo como son la promoción de 2010, nada menos, y con apenas 18 años cumplidos y la vida entera por delante. Al final lloro, vamos...
Por mi parte, sólo espero que lo que han aprendido en estos años de pupitre con nosotros les sirva para proyectar su vida libre y consecuentemente; con ambición, con inteligencia y sin renuncias excesivas, y para ser conscientes de la responsabilidad que tienen de desear y nombrar algo bueno para su propio futuro, que es todo lo que pensamos exigirles a cambio del tiempo, el cariño, la paciencia y la ilusión invertidos en estos años. Ojalá entre sus proyectos esté también el de no olvidarse de nosotros por el momento, pero no por lealtad, sino sobre todo por el cariño sincero, y el de hacer hoy un buen comentario de texto.

Para ello, y para todo lo demás, os deseo con un abrazo la mejor de las suertes”.
Enrique Díaz-Berrio Casado

Al final del examen, rezaba una nota final:
 "Recuerde: no fume. Ríase con frecuencia, especialmente de usted mismo, al menos una vez por semana. Disfrute de las cosas sencillas. Intente comprender a los demás y ponerse en su punto de vista. No sea rencoroso y esfuércese por entender la complejidad del mundo. No sufra más de lo necesario, y evite torturarse si algo sale mal. Haga lo posible por hacer las cosas según cree usted que deben hacerse, y no se pliegue a las órdenes del primero que venga gritando. Tenga a bien venir a visitarnos de vez en cuando. Tres faltas de ortografía descuentan un punto, así que cuidadito."

Sin conocerle, admiro a este hombre. Nada que añadir.
Joel Reyes

martes, 1 de octubre de 2013

MANUAL DE VIDA (1ª Parte)

Hay gente que lo logra. Hay personas que consiguen alcanzar esa clarividencia, que resuelven el enigma, un enigma que tal vez sea complicado por su simpleza, un enigma que nos viene dado cuando nacemos pero que poco a poco casi todos vamos olvidando. Tener una vida plena no debe ser fácil, no, pero desde luego, si hay alguna manera de conseguirlo, en este texto que viene a continuación, hay muchas claves para ello.

Lo que vais a leer me lo envió una buena amiga hace unos días. Es un texto que un profesor de literatura regaló a sus alumnos antes de un examen final de instituto, a modo de despedida, antes de que estos emprendieran rumbo al resto de su vida. Además de lo que en él dice, me hace sospechar que si abundaran más profesores con esa pasión y amor por su oficio y sus alumnos (que los hay, yo conozco a unos cuantos), y un sistema que quisiera educar y estimular a esos alumnos, tal vez el presente y futuro de este país sería diferente a lo que tenemos y se vislumbra en el horizonte.
Os dejo con la primera parte de lo que a mí me parece un auténtico manual de vida:

"El lenguaje es, básicamente, lo que nos diferencia de los monos (a algunos). En otros aspectos, puede quizá pensarse que Dios ha sido más generoso con el mono que con el hombre, pero en esto del lenguaje no cabe duda de que Dios sí ha sabido portarse con nosotros, aunque Belén Esteban se empeñe en subvertir el orden de la Creación a veces.
Si pregunto en cualquier clase para qué sirve el lenguaje, la mayoría me diría que es "para intercambiar información". Pero si el don divino del lenguaje consiste simplemente en esto, la verdad, prefiero los dones que recibió el mono. O sea: un matrimonio está cenando ante la televisión, viendo un documental de La 2 sobre las morsas antárticas, y de repente se miran y él le dice a ella, con gesto indescifrable, "la sopa quema, Petri". Pues bueno: no es mala cosa esto del intercambio de información, y resulta útil para saber cómo anda el mundo, y hasta ara transmitir una cultura ancestral generación tras generación, pero sospecho que, a Petri, el intercambio de información la deja fría.

Mucho mejores que éste son algunos de los usos menos explotados y reconocidos del lenguaje, como el de pensar: elaborar ideas, formularlas, enlazarlas en pensamientos complejos y compartirlas con otros, incluso, desde la voluntad de mejorarlas. Cansa, es cierto, pero gracias a ello tenemos las chinchetas, puentes, aeropuertos, tamagochis y diversos inventos de la teletienda. Sirve también el lenguaje para expresar la intimidad y volcar hacia fuera nuestro mundo interior, así que nos hace en cierto modo transparentes, niños e ingenuos, y es fácil que esto ayude a otros. Si yo os digo, por ejemplo, en esta misma línea, que os quiero mucho a todos, como ya sabéis, podéis asignarle al hecho el valor que queráis, pero tenéis que reconocer que es más hermoso que deciros que mi sopa quema, Petri.
Hay muchos más usos valiosos del lenguaje, desde luego, pero existe uno, sobre todos, que me parece especialmente importante recordar para vosotros en este momento de vuestra vida. Me refiero al uso del lenguaje para desear, para proyectar o proponer o trazar caminos futuros. Si, como dice el poeta, la infancia es la verdadera patria del hombre, es evidente que vosotros estáis hoy a punto de abandonar la patria, ya que, aunque es cierto que la mayoría de cosas en vuestra vida no van a cambiar mañana mismo, van a empezar a hacerlos inevitablemente, y conviene darse cuenta.

De hecho, si en este momento dejáis el bolígrafo sobre la mesa y miráis alrededor, veréis mal sentados en sus pupitres a los compañeros, más o menos angustiados, con los que habéis compartido grandes o pequeños momentos. Veréis vuestra aula, la luz de mayo tras el ventanal y, en la mesa grande, a alguno de vuestros profesores, mosqueado, probablemente. Os sugiero que os regaléis unos instantes del examen para hacerlo de verdad, para levantar la vista y mirar todo eso y retenerlo, porque el mes que viene, sencillamente, ya no estarán allí, lo cual no deja de producir cierto vértigo. En este contexto de vértigo que vivís ahora, cuando dejáis la patria y hacéis el petate, es donde digo que me parece especialmente importante recordar que el lenguaje sirve también para desear, proyectar o soñar.
Los niños lo hacen mejor que nadie, cuando proponen un juego a un compañero llenos de barro en el parque, y le dicen: "jugamos a que yo era..." Ese pretérito imperfecto del "yo era" no alude al pasado, claro, sino obviamente al futuro. Pero no al futuro latoso y burocrático de la realidad real, del mañana mismo, en el que el pobre niño irá a visitar a su abuela de Alcobendas y le estirarán los mofletes brutalmente, sino a "otro" futuro posible y distinto del real, que es mucho mejor y más divertido y chachi. Jugamos a que yo era piloto, médico, vaquero, futbolista, Picachu. No, no, no; Picachu, mejor no.

Por desgracia para el niño, el "yo era" no siempre se cumple (claro, no es tan fácil), pero me parece muy evidente que, si no se nombra al menos, si no se desea con palabras y las palabras se formulan, e incluso si no se dicen en voz alta y se le dicen a otro, no hay forma de que se cumpla. Les va tocando ahora a ustedes, que tanto han criticado y critican a sus adultos, pensar y proponerse un futuro en el que van a estar solos a la hora de decidir”.
Enrique Díaz-Berrio Casado

Fin de la primera parte.
Joel Reyes