Mira que intento morderme la lengua y no meterme en
jardines, pero me cuesta mucho leyendo lo que leo.
Afortunadamente y atendiendo a lo que dicen los entendidos
en redes, en la sociedad de Twitter, todo lo que pase de los 140 caracteres
empieza a ser susceptible de no ser leído, eso me quita muchas posibilidades de
que alguien lea mis pajas mentales ya que me enrollo como una persiana y
siempre me extiendo más de lo necesario.
La verdad es que no sé ni por donde empezar. Tengo la
extraña sensación de que estamos en caída libre y que es difícil frenar la
debacle en la que estamos inmersos. Siempre me he considerado, por encima de
todo, humanista. No creo en este sistema, injusto y que aboca al desequilibrio
social y económico, pero creo en el ser humano, en el individuo, en la buena
gente y en su capacidad para cambiar las cosas. Repito una y otra vez las
palabras de Gandhi que, para mi, son como una especie de mantra que no quiero
olvidar: “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”.
Pero leo, leo a diario y esa frase adquiere otra dimensión.
Veo el mundo y su autodestrucción y luego leo la de odio y cerrazón, la de
intolerancia que campa a sus anchas por la red, la de gente insultando,
lanzando a los cuatro vientos su rabia y su frustración, deseando el mal ajeno
y entonces entiendo porqué el mundo se encuentra en el punto en el que nos
encontramos ahora. Muchos individuos están siendo el reflejo de ese cambio, a
peor.
Leo insultos a unos y otros por definirse de una u otra
forma. Se puede estar de acuerdo con algo o no y está bien manifestarlo, pero
desde el respeto. ¿Cómo podremos exigirlo si no lo damos? Y añadiré más,
coherencia… nos falta mucha coherencia en nuestras vidas.
Despotricamos de nuestra clase política y su incapacidad
para entenderse… ¿acaso demostramos más capacidad que ellos en los debates en
los bares o la red? Pa mi que no.
El señor Mas que hace unos meses se alzaba como el Mesías de
la causa catalanista apoya al PP y se queda tan ancho. ¿Le tacharán de traidor?, ¿españolista?, ¿vendido?. Mientras, arden las
redes por la españolidad de Puyol o la catalanidad de Piqué, razones de estado
para insultar e indignarse. ¿Qué pasa ahora con Mas y su cruzada?. Pues pasará
lo de siempre. Ellos (todos) seguirán manejando su negocio y cambiando de acera las veces que sean necesarias para proteger el "cortijo" mientras nosotros nos partimos la
cara por las migajas y por defender nuestros ideales, que, por supuesto, son los
“correctos”, y así con todo.
Somos capaces de montar un movimiento para defender al pobre
futbolista que cobra tropecientos millones de euros y le han pillado en un
renuncio (siempre y cuando sea de nuestro equipo, sino, a la hoguera con él),
pero nos resignamos ante el saco roto en el que se ha convertido la política
española.
¿Que pillan al ministro del interior intentando “empurar” a
políticos catalanes? Pues se le manda de embajador al Vaticano, como castigo,
con dos cojones.
Siento decir que cada día creo más que tenemos lo que nos
merecemos. Nos hemos acostumbrado a que nos la claven y ya ni nos duele.
Aquí el que más y el que menos sabe quienes son los reyes y
reinas de la prensa del corazón, los futbolistas que lo petan, pero que
poquitos estamos pendientes de los que deciden nuestro futuro, manejan nuestras
vidas y nos condenan a un futuro incierto mientras les reímos las gracias y
aplaudimos al final del show, y no, no son los que copan las portadas de los diarios.
Mientras tengamos un poco de opio que llevarnos a la boca…
Joel Reyes