viernes, 27 de septiembre de 2013

DEXTER

Ayer vi el último episodio de Dexter. Los que sois fans de las series entenderéis perfectamente como me siento hoy. Es una sensación extraña, como de resaca, de vacío, como si un buen amigo se hubiera marchado para no volver. Acaba estableciéndose una extraña relación con las series que nos enganchan de verdad, como si esos personajes formaran parte de nuestras vidas, de nuestra familia, como si aprendiéramos de ellos, de sus errores y aciertos (no, no tengo pensado matar a nadie, de momento).


Dexter es una serie muy particular, para los que no la conozcáis, básicamente porque su protagonista es un asesino en serie, pero sobretodo porque todos, en mayor o menor medida, acabamos empatizando con Dexter Morgan de una u otra forma. Cabe decir que Dexter solo mata a los “malos”, que es una especie de justiciero que canaliza su necesidad de matar a través de un código que sólo le permite matar a asesinos que consiguen escabullirse de la justicia.

La evolución del personaje a lo largo de las temporadas a nivel psicológico es muy interesante. De psicópata frío, calculador, perfeccionista, pulcro, carente de empatía y emociones, vamos pasando, temporada tras temporada a un Dexter que se van humanizando, y curiosamente, esa humanización es proporcional al aumento de su “torpeza” y la disminución de su “pulcritud” a la hora de cometer sus particulares ajusticiamientos.


Es casi inevitable que Dexter caiga bien. Es un personaje inteligente, atractivo, rápido, ágil, resolutivo, una especie de Hannibal Lecter con buenas intenciones. Su humanización progresiva le hace más vulnerable y es cuando su corazón se abre cuando se vuelve más frágil, accesible e “imperfecto”. Podría hacer muchos paralelismos al respecto, pero creo que son demasiado obvios.
Últimamente, o para qué mentir, siempre, pero últimamente más, le doy muchas vueltas a esa dicotomía entre cabeza y corazón. La mente nos hace más efectivos, prácticos, nos hace pensar con claridad y buscar el lado más razonable de las cosas, el corazón nos hace vulnerables y frágiles, pero es del lado del corazón del que caen CASI todas las cosas que realmente importan en la vida.

El otro día mantenía una conversación con una amiga acerca del sufrimiento y de seguir al corazón o la cabeza. Ella decía que había escogido la coraza como método de defensa y que el miedo al sufrimiento la paralizaba. Creo que el sufrimiento, sin que suene dramático, es inherente a la vida. Que es inevitable que de vez en cuando, en mayor o menor medida, la vida duela, pero creo que cuando la vida duele es porque está siendo vivida, y que es en ese riesgo donde radica todo lo que acaba por definirla, todo lo que merece la pena. Somos nuestros actos, no nuestras palabras, ni nuestras posesiones, somos en función de la capacidad que tenemos de hacer sentir bien a las personas que nos quieren y nos acompañan en el camino, de nuestra capacidad para encontrar nuestra mejor versión a base de aprender de lo que no hicimos bien.
La amistad, la familia, el amor (en todas sus variantes), son lo que resume el valor de una vida, nuestro verdadero legado, lo otro, nuestro legado material o profesional, poco dirá de las personas que fuimos, aunque cada día haya más gente que siga rigiendo su vida por el “tanto tienes, tanto vales” y escondiendo sus taras tras la máscara de la apariencia. Allá ellos.

By the way, Dexter, te echaremos de menos.

Joel Reyes

martes, 24 de septiembre de 2013

EXCUSAS

El ser humano es una gran fábrica de excusas. Tenemos una capacidad innata, casi genética, para generarlas, ante nosotros y los demás. Ya desde pequeños no paramos de hacerlo. Tenemos un sorprendente “don” para echar la culpa a los demás o a las circunstancias cuando algo sale mal, para no afrontar nuestros miedos o los verdaderos motivos que se esconden tras las cosas que hacemos y las decisiones que tomamos.

Todos tenemos sueños, anhelos, cosas que nos gustaría hacer, probar, por el placer de sentir, descubrir, experimentar con algo que siempre ha estado ahí. Pero no todos tenemos el arrojo de lanzarnos a por ello, de lucharlo, de alejar cualquier “y si…” de nuestro horizonte. La vida se vive mucho mejor sin “y sis”, sobre todo porque esos “y sis” suelen ser como un boomerang que siempre regresa con más fuerza a nosotros. Es mejor probar y saber, que pasarse la vida preguntándose qué hubiera ocurrido, porque hay cosas que tal vez no puedan ser, pero hay muchas otras que están ahí esperando que llamemos a su puerta.
 
El miedo suele ser el principal motivo de no tomar alguno de esos caminos que todos deseamos o hemos deseado caminar, aunque es muy poca gente la que lo acepta y reconoce. El miedo es irracional, difícil de controlar y, por tanto, susceptible de hacernos una visita en el momento menos pensado, pero jamás debería ser motivo para perdernos algo que realmente nos apetece, aunque no siempre es fácil enfrentar según qué miedos.

Haz lo que temas, suelen decir. También dicen, hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes. Si lo haces y sale mal, lo habrás hecho y eso ya es positivo en sí mismo. Fracasar es renunciar a algo por temor a que salga mal, lo otro es aprender, acertar, errar, lo que viene siendo vivir.

Solemos echar la culpa a los demás de muchas de nuestras renuncias, pero olvidamos a menudo que una renuncia CASI SIEMPRE es libre. Muchas renuncias son sacrificios, pero siempre hay un lado egoísta en ellas, renunciamos a algo porque creemos que merece la pena, por conservar otro algo (seguridad, relaciones, comodidad, etc.), para luego cargar las tintas contra las personas o circunstancias. Evidentemente muchas veces las circunstancias y ciertas personas influyen en nuestras consecuencias, pero pocas veces nos solemos sincerar con nosotros mismos preguntándonos si hemos dado lo mejor, si hemos creído de verdad, si hemos puesto todo nuestro empeño en el intento, si es así y salió mal, podemos continuar el camino con la cabeza bien alta.
 
Puede que esta entrada incomode a más de uno/a porque le haga mirarse al espejo y preguntarse si vale la pena que esos miedos condicionen nuestra vida, si es así, habrá cumplido su misión.

Dar lo mejor no es garantía de éxito, pero nos asegura una buena dosis de paz y bienestar para con nosotros mismos, además de dejar nuestra mochila vacía de “y sis” y con espacio para todas las cosas buenas que la vida nos ofrece si estamos atentos y abiertos.

Joel Reyes

viernes, 20 de septiembre de 2013

UNA NOCHE DE ROCK´N´ROLL

Como he escrito recientemente, hay días en los que todo es sencillo y las piezas encajan. Cada cual lo podrá aplicar a una parcela de su vida. Yo tengo la suerte de haberlo vivido en un par de ocasiones en la última semana.  

Ayer volvió a ocurrir. Los días en Murcia acompañado de mis amigos Monty y Rocco han volado. Monty es una de esas personas a las que aprecio más de lo que le hago saber y Rocco es un perro muy especial. Ambos tienen una relación muy dificil de entender para la mayoría de los mortales, como Montí suele decir... "es más persona que muchas personas", y doy fe (un beso, Fueguito).



Como no podemos evitarlo, casi sin quererlo nos buscamos una noche de rocanrol, una llamada a Salvi, o tal vez dos, fueron suficientes para montar un concierto improvisado en "La otra casa" de Cartagena.


ESOS días, como ESAS noches, se ven venir. Dicen que dios los cría y ellos se juntan. En el rocanrol se suele decir que es el diablo. No he tratado con ninguno de los dos, creo, pero hay algo de cierto en ambas afirmaciones. Carlos Vudú solo necesitó un soplido en la oreja para subirse al carro de lo que prometía ser una noche de música y momentazos.

Era la una del mediodía de ayer cuando Carlos aterrizaba en casa de Monti, nos pilló con las manos en la masa acabando de maquetar una de esas canciones que vienen con un pan debajo del brazo de serie: "Eléctrico". Pronto os contaré novedades al respecto.

Unas cervezas dieron paso a las guitarras, y esas guitarras al fluir. En apenas dos horas montamos un repertorio abierto e improvisado. Un asado de pescado Made in Montí dió paso a una siesta que precedería a una gran noche.

Al caer el sol, como tres soldados valerosos, emprendimos viaje a Cartagena a hacer lo que más nos gusta hacer. Fue un concierto de los que no se preparan ni se olvidan. "La otra casa" no se llama así por casualidad. Su gente es gente de la buena, de los que siempre están y nunca defraudan. Ya tenemos buenos amigos por allí, en especial Ana y Manuel, que siempre 
nos regalan su presencia y sus palabras bonitas llenas de afecto de corazón (¡Felicidades Ana!).



Tras unas canciones en solitario, que disfruté como un niño pequeño, llegaba el turno de empezar a jugar con mis amigos. El primero fue Monti, que siempre me demuestra algo que nunca ha necesitado demostrar. Es de las mejores personas que me he cruzado en mi vida y un guitarrista como la copa de un pino. Por sus venas corre el rock y la música y es de esas personas que me da que han llegado a mi vida para quedarse por siempre (Te quiero, hermano).

Luego llegó mister Vudú y la cosa se puso seria. Nos regaló unos cuantos temas de lo que pronto será su nuevo trabajo y demostró que es un clase A y un gran compositor en estado de gracia. "Uno de los nuestros" y "Agua turbia" lo demuestran.

Cuando ya llevábamos tres cuartos de concierto regados con momentazos, llegó el momento que yo esperaba. Los tres en el escenario. Fue un regalo, al menos para mi. "El límite", de La frontera, abría la veda. La siguieron un "Personal Jesus" fronterizo y con sabor a humo y cantina y cerró el set un "Mueve tus caderas" de Burning que gocé como pocas veces. 

Pero fue el bis la guinda del pastel. Compartir "Flor de bar" y "Cartas marcadas" (temazo de Vudú), con Carlos y Monti sólo puede explicarse para los que lo vieron. Que gozada. Reservamos para el final una versión del "Don´t let me down" de The Beatles que dejó las cosas en su sitio. Me hubiera gustado ser público de ese momento, pero hice algo mejor, lo viví.


Hoy toca regresar a Madrid con un universo abierto frente a mis ojos, con todo un mundo de posibilidades en mi horizonte, feliz, con el alma llena por mi vida, mis amigos y mi profesión.

Gracias.

Joel Reyes

martes, 17 de septiembre de 2013

COMPETICIONES

Vivimos en una eterna competición. El mundo gira entorno a una competición constante, una continua comparación, un vcontinuo querer más.
Siempre me ha gustado el deporte y me considero una persona competitiva, me gusta jugar para ganar, y si pierdo, intento mejorar y analizar los motivos. En mis tiempos de atleta, si alguien me ganaba una carrera, era porque había sido más rápido que yo, no había excusas, me motivaba a entrenar más y ahí se quedaba la historia. No se trata de ser el mejor en todo, sino de ser honestos con nuestro esfuerzo e intentar dar siempre lo mejor de nosotros mismos, y no, para mí no es una frase hecha.
El problema viene cuando nos entran las prisas por conseguir esos objetivos y cumplir esos plazos que nos planteamos. Hace no mucho tuve una conversación con alguien que decía tener su vida estructurada y que ciertos plazos se le estaban retrasando y tenía que darse prisa para cumplirlos. Ese es el principio del fin.

Creer que podemos controlar esto que llamamos vida, es como intentar poner puertas al cielo. Soy de los que piensan que si quieres algo, ve a por ello, lucha por ello, trabaja para ello, pero sin plazos, disfrutando de ese trabajo, esa evolución, ese camino.
Las prisas solo llevan a la precipitación, y la precipitación al error. La sociedad, como leía el otro día, es una eterna conspiración contra la personalidad. Todos nos dicen lo que deberíamos hacer o ser para que nuestra vida fuera mejor, empezando por los padres y las absurdas competiciones que con y por ellos se plantean, todas esas opiniones nos crean una presión que muchas veces condiciona nuestras vidas y decisiones y es entonces cuando aparecen las sensaciones de fracaso y frustración cuando no se cumplen los objetivos o peor aún, cuando esos objetivos no han sido elegidos por nosotros mismos, sino por la presión externa.
También hay una competición por "ser felices", no solo por serlo, sino por mostrarlo. Con las redes sociales ha llegado la exposición y con ella el poder ver lo felices que son todos nuestros “amigos virtuales”, lo bien que le van las cosas a todo el mundo y cómo nos lo hacen saber. Eso crea otra competición, mucho más complicada e irreal. La felicidad y la paz son estados interiores, y está bien mostrarlos si son reales, el resto es engañarnos a nosotros mismos y a los demás. Esta sociedad nos enseña que la apariencia es más importante que la realidad, si todo parece irte bien, todo te va bien, aunque al quitarnos el traje no quede nada.
Es cierto que hay gente que cumple todas sus metas y en los tiempos que se han planteado. ¡Hay gente que cumple plazos hasta en asuntos del corazón!, “con tantos años me enamoraré, luego me casaré y luego tendré hijos”, ¡y lo cumplen!, ¡Toma ya!, ¡eso es control!.  Admiro a esas personas, aunque no las envidio, pero me pregunto cuantas de sus decisiones han sido naturales y cuanto forzadas por su “timing”.

Hacer las cosas porque tocan o porque estás empezando a estar fuera de plazo porque “se te pasa el arroz” (aborrezco esa expresión), no me parece la forma de afrontar el camino, aunque esa tan solo es mi opinión.
Las cosas llegan cuando tienen que llegar, y a veces no en el momento deseado, aunque eso sí, pongamos de nuestra parte para que lleguen lo antes posible, demos lo mejor, sin obsesionarnos, disfrutando del camino, seamos los arquitectos de nuestro destino.
Joel Reyes

viernes, 13 de septiembre de 2013

A VECES OCURRE

A veces OCURRE. El mundo se detiene. Es en esas ocasiones cuando identificamos uno de ESOS días. Como en una película, ves la escena a cámara lenta para dar mayor relevancia a lo que va a suceder. Te mantienes atento a la pantalla en vilo, sin saber qué va a ocurrir, pero teniendo claro lo que te gustaría que ocurriera.

A veces lo ves todo claro, de pronto todo parece sencillo, las piezas encajan, aunque nunca sabes si será tan solo un espejismo o realmente ha llegado el momento.
 

A veces la vida nos pone cosas delante que no elegimos, pruebas de fuerza, momentos duros que pueden fortalecernos o acabar con nosotros si no sabemos aprender de ellos y reponernos, pero afortunadamente, la mayoría de las veces podemos elegir, decidir lo que queremos, aunque no siempre es cosa de uno esa elección y ahí es cuando las cosas se complican.
A veces el camino nos deja llagas en los pies, dolor de huesos, agujetas y da miedo seguir caminando por temor al dolor que esas heridas nos pueden provocar, a veces necesitamos sentarnos a descansar, darnos un respiro, pero a veces también, justo cuando más cansados estamos y parecen fallarnos las fuerzas, el camino que vislumbramos en el horizonte es aquel que queremos caminar y dudamos entre si recuperar fuerzas o ir con todo, apostar hasta la última moneda sin pensar en qué haremos si la apuesta sale mal, pues, aunque sea un tópico, no deja de ser cierto, la vida no espera y los trenes pasan. 


A veces las cosas no ocurren a su debido tiempo, pero tal vez eso sea lo de menos cuando las cosas OCURREN.

Joel Reyes

martes, 10 de septiembre de 2013

DICEN

Dicen que no reconocemos los momentos importantes de nuestra vida mientras estos suceden, que sólo con el paso del tiempo podemos apreciar su valor, su importancia, lo mucho que han supuesto en nuestra vida y en lo que somos.

Nos quedamos con las ideas, las cosas y las personas y las damos por hecho, pensamos que siempre estarán ahí, que nada cambiará y es cuando las perdemos cuando nos damos cuenta de cuan afortunados éramos, de cuanto las necesitamos. Así somos.
También dicen que todo lo que vale la pena en la vida es gratis, mientras tanto nos pasamos esa misma vida rellenando los huecos con todo lo demás, lo que nos entretiene y hace que no pensemos en lo que realmente importa, perdemos gran parte de nuestra vida mirando en la dirección equivocada.


Reconozco a la gente feliz de verdad en cuanto la veo, no a todos los que fingen ser felices para no sentirse vulnerables o frágiles, sino a aquellos que ni siquiera necesitan decirlo, simplemente lo son. Es fácil reconocer a esas personas, sólo hay que mirarlas a los ojos y ver esa luz. Puedo decir que tengo la suerte de conocer a unas cuantas de esas personas e intento aprender todo lo que puedo de ellas.

Deberíamos darnos cuenta, más pronto que tarde, de que menos es más, empezar a simplificar y aprender que todos los envoltorios del mundo no cambiarán lo que no esté bien en nuestro interior  y empezar a disfrutar de aquello que la vida nos regale porque no estará ahí para siempre.


También dicen que todas las canciones terminan, pero eso no nos impide disfrutar de la música. 

Mientras tanto, yo cada día me siento más pequeño e ignorante y eso sólo me hace darme cuenta de todo lo que aún me queda por ver, vivir y aprender. Sólo intento estar atento a las señales.

Tal vez hoy sea un día importante en nuestras vidas, un día de esos que recordaremos para siempre, de los que marcan un antes y un después, o tal vez no, pero lo que hace interesante esta vida es pensar que cada día puede ser uno de ESOS días.

A por él.
Joel Reyes

P.D.: Nunca quiero dejar de repetir esta frase:  “Sufrimos mucho por lo poco que nos falta y disfrutamos poco de lo mucho que tenemos”.

viernes, 6 de septiembre de 2013

LA PEOR CANTANTE DEL MUNDO

Los que me conocen saben bien que admiro a aquellas personas que luchan por lo que aman, por hacer lo que les gusta, y también saben que pienso que si no puedes volar, tal vez puedas dar pequeños saltos, que el camino comienza con un solo paso, que nunca es tarde para intentar hacer lo que te gusta y que si algo te hace feliz, hazlo.

Hace poco escuché en la radio la historia de “la peor cantante del mundo” y me maravilló. Más allá de la anécdota y la risa fácil, hay una historia de perseverancia e ingenio muy curiosa. Bien es cierto, que el caso no deja de ser excepcional y con muchos matices que tienen que ver con el dinero y la posición social, aún así me parece digno de conocerse.
Florence Foster Jenkins nació en 1868 y murió en 1944. Hija de un millonario de Pensilvania, desde muy pequeña quiso ser cantante. Estudió canto y pronto todo el mundo intentó disuadirla de su falta de talento para la música, pero ella no desistió, desoyendo los consejos de sus padres huyó con el que posteriormente sería su marido a Filadelfia para poder luchar por cumplir su sueño, dando clases como maestra y pianista.


Cuando su padre murió, heredó una importante suma de dinero y tuvo muy claro en qué lo iba a invertir; en financiar su propia carrera musical. Por lo visto, su falta de talento musical era compensada con un talento social que le llevó a crear y financiar “El Club Verdi”, una sociedad que apoyaba e impulsaba la carrera de músicos americanos. Sus conciertos benéficos eran muy concurridos y a ellos asistían figuras de la vida social y la música como el mismísimo Enrico Caruso. En esos conciertos, ponía como condición actuar. Dio su primer recital a los 44 años. A los 60, cuando murió su madre, “relanzó su carrera” por la libertad adquirida y la nueva inyección económica (si, si, dinero, pero obsérvense las edades que menciono y ahí seguía, en lugar de vivir una cómoda vida de lujo sin más preocupación que disfrutar de ella).

Sus actuaciones eran tan penosas que la crítica la destrozaba. Eso hizo que el morbo y la curiosidad de la gente (hay cosas que no han cambiado) la convirtieran en una atracción que la clase alta no quería perderse y las risas eran el pan de cada día en sus actuaciones. Ella siempre achacó esas risas a las envidias  de sus rivales por su incomparable talento, ya que no era capaz de ver la realidad.

Murió a los 76 años de un infarto al corazón. Una semana antes actuaba en el Carnegie Hall de Nueva York con las entradas agotadas semanas antes. La audiencia iba a ver una broma, ella vivió la vida de una diva y murió feliz y plena por haber cumplido su sueño.

Habrá quién pueda reducir esta entrada a decir que solo fue una niña rica que se encaprichó de la música y compró su “carrera”, yo prefiero verlo como alguien que perseveró en su sueño, que nunca cejó en él hasta cumplirlo y aunque las circunstancias le acompañaran (las económicas), me da que, por su tozudez, hubiera hecho lo mismo sin dinero, aunque el resultado habría sido bien diferente, está claro. Ignoró el qué dirán y se aplicó eso de "ande yo caliente...". Sólo hace falta ver las edades a las que consiguió el “reconocimiento”.

Cada cual tendrá una opinión al respecto y de eso se trata, a mi me cae bien esta mujer. Me quedo con una frase que define bien lo que más me importa de esta historia, su moraleja: “La gente puede decir que no sé cantar, pero nadie podrá decir nunca que no canté”.

Joel Reyes

martes, 3 de septiembre de 2013

NAVEGAR

De los recuerdos más potentes que conservo de mi estancia en Canarias, sin duda, salir a navegar es el que más echo de menos. Tuvimos ocasión de salir muchas veces en el Magic, el catamarán de nuestros amigos, capitaneado por Mario, un capitán de los de película, una especie de Paul Newman canario que hacía honor a la mística y el atractivo de los capitanes de barco.

En esas salidas tuvimos la oportunidad de vivir momento increíbles, ver ballenas, delfines, cantar para los turistas... en definitiva, me enamoré de esa sensación de libertad cuando tu cabeza parece evaporarse y tus problemas perderse en la inmensidad del mar. Pocas cosas me proporcionan esa sensación de desconexión, de alejarme por un momento de todo.

Hoy vuelvo a salir a navegar. En cuanto termine estas líneas y me acabe el café que me acompaña, parto rumbo al puerto de Tarragona para salir a navegar en el velero de Patro y Antonio, dos buenos amigos con los que disfrutar de nuevo de la experiencia, porque si algo tengo claro es que la voy a disfrutar como siempre hago.


Serán apenas 3 horas de navegación, a vela, con el rumor del mar y las gaviotas como únicos acompañantes en esa inmensidad... me froto las manos solo de pensarlo. El jueves vuelvo a Madrid. Hay que apurar hasta la última gota estos días en mi tierra y este verano.

Estéis donde estéis no dejéis de hacer lo mismo, da igual que las vacaciones hayan terminado y el verano nos diga adiós, da igual que empiece el nuevo curso escolar, siempre hay un momento del día, una hora, un minuto, un segundo, para desconectar y encontrar esa libertad y ese lugar donde poder estar a solas con nosotros mismos... y navegar.

Joel Reyes