Los que me conocéis sabéis de mi afición (por no llamarlo
adicción, que suena peor) a las series.
Llevo unas semanas en las que empecé (de nuevo) a ver “Juego
de Tronos”. Mi cabeza vive en este mundo de día y se traslada a la edad media
por las noches. Soy músico de versiones en chiringuitos y terrazas de la costa
tarraconense, pero cuando llego a casa y me retiro a mis aposentos, me imagino trovador en los 7 reinos.
Sé que no soy muy original en la analogía, puesto que los
medios de comunicación y algún político con coleta ya ha tirado de este
recurso, pero es inevitable ver como la vida, la política y los estados se
rigen por las mismas normas entonces y ahora.
Ver a diario como nos manipulan medios de comunicación,
políticos de unas y otras tendencias, tertulianos, etc., me lleva a ver que
poco hemos evolucionado a la hora de tomar las riendas de nuestras vidas.
El miedo sigue siendo el argumento esgrimido por todos.
Siempre es el miedo. El miedo a perder. “Cuidado con estos”, “pobre de ti como
votes a aquellos”, “que viene el coco”… miedo, miedo y más miedo.
Las luchas de poder se suceden en todos los estamentos.
Sigue mandando el de siempre. El vil metal y el poder asociado a él. El fin
siempre es el mismo: el control, el poder. En el nombre de dios, de los
hombres, de la salvación o de lo que sea. El fin siempre es y será el mismo:
Poder y control.
Saben que nos necesitan. En “Juego de Tronos” para construir
ejércitos que mueran por sus causas y sus ambiciones, en nuestros días para
mantener la maquinaria de “su” sistema, es decir, sus causas y sus ambiciones.
Somos peones necesarios, sin valor para ellos más allá de nuestra utilidad.
Seguimos rogando por las migajas, humillándonos y dando las gracias por poder
participar de su juego. Y aún hay quien se cree que controla su vida.
Estamos asistiendo a los cambios que las últimas elecciones
municipales nos han traído. Estamos asistiendo a las luchas de poder, a los
medios de comunicación intentando desprestigiar a las nuevas caras, a los
temores, a los que se aferran al poder a cualquier precio, a los que no saben gestionarlo.
Los Lanister y los Stark y todas las familias satélite que les ayudan en sus
afrentas (¿os suena?).
Y nosotros aquí, en el papel estelar de invitados de piedra
en una fiesta de la que disfrutan otros.
Ayer, en uno de los episodios y tras la celebración de un
banquete del rey, la reina gritaba: “El rey, en su bondad infinita, ha decidido
dar las sobras de este banquete a los más necesitados” y todos aplaudían
semejante gesto. Pues eso. Traedlo a estos tiempos y veréis como apenas si
notáis la diferencia. Y no estoy hablando del rey.
Y mientras tanto, a este lado del muro, seguimos pidiendo
permiso para vivir.
Winter is coming.
Joel Reyes