Vivo en un país enfermo, muy enfermo.
Vivo en un país en el que hay descerebrados capaces de
alegrarse de que mueran personas inocentes en un accidente de aviación por el
hecho de haber nacido en uno u otro lugar geográfico. Descerebrados ajenos al
dolor de otros, a un dolor caprichoso y azaroso que podría haberles salpicado a
ellos o a cualquiera.
Vivo en un país en el que otros descerebrados pasean su
indiferencia e indignación hacia ese mismo dolor porque no emiten su programa
de televisión favorito. Que son capaces de escribir barbaridades que hacen
dudar de su condición humana, de que sean capaces de tener conexiones
neuronales que les hagan darse cuenta de la atrocidad de sus palabras.
Vivo en un país en el que nos toman el pelo a diario en los
medios de “desinformación”, un país en el que nos cuentan lo que nos quieren
contar para distraernos de lo que importa y para que nos invada esa sensación
de “podríamos estar peor” o “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.
Un país en el que aún se escucha eso de “para que roben los otros, que roben
los míos”. “Los míos”, como si algunos de los que están ahí para
“desgobernarnos” fueran de los nuestros.
Vivo en un país donde Belén Esteban es la princesa del
pueblo y pasea su mediocridad, su chabacanería y su falta de educación y formas
en programas que muestran a las claras lo enfermo que está este país, que toma
como ejemplo de comportamiento a seguir semejantes iconos de nuestro tiempo, de
este tiempo triste y vulgar. Que tiempos aquellos en los que los niños decían a
sus padres “mamá, yo quiero ser artista”, hoy en día los niños gritan a sus
padres “mamá, quiero ser famoso”.
Vivo en un país que está matando su cultura y, lo que es
peor, que no parece estar preocupado por ello. Todos somos cómplices, que nadie
mire para otro lado. Todos somos cómplices de ese crimen. Muere la música, el
cine, el teatro... mueren en silencio, poco a poco, sin hacer ruido, y a nadie
parece importarle.
Mientras tengamos una caña y un partido de futbol que
llevarnos a los ojos, todo irá bien. Mientras nuestro coche esté aparcado en la
puerta y tenga 5 euros de gasolina en el depósito, todo está en orden.
Vivo en un país que empiezo a entender que está en el lugar
que merece, gobernado por personas que representan lo que somos como sociedad,
una pandilla de pícaros que estamos a la espera del descuido para coger lo que
podamos y salir corriendo. Una sociedad que no mira más allá de satisfacer la
necesidad inmediata sin pensar en sus hijos o en los hijos de sus hijos.
¿Que hay excepciones? Afortunadamente, pero esas excepciones
están en el subsuelo, enterradas tras tantas capas de mierda que cuesta verlas
y sentir su esperanza.
Vivo en un país que me decepciona más cada día. Tal vez no
solo sea este país, tal vez todo el mundo esté herido de muerte, pero yo vivo
en este, y siento que este país en el que vivo está enfermo, muy enfermo.
Y siento pena por él. Y siento pena por todos nosotros.
Joel Reyes