“¿Qué es el arte? Morirte de frío”.
Este juego de palabras cobra un nuevo significado en este
tiempo. El frío del negocio mata el arte.
La semana pasada hablaba de la necesidad del ser humano de
buscar aceptación. Aceptación para dar sentido a lo que somos y hacemos.
Ayer leía un artículo hablando sobre el mercado del arte. En
tiempos de crisis se siguen batiendo records de ventas de obras y sigue siendo
un negocio al alza. Vaya sorpresa, la crisis, como leí en alguna viñeta por
ahí, es cosa de pobres.
El arte, en su más pura esencia, no es más que la expresión
de las sensaciones y necesidades del artista, de su visión del mundo. Arte y
sinceridad deben ir unidos, lo otro no es arte, es mercantilismo. Hoy en día
arte y negocio caminan de la mano inexorablemente, y ahí es donde el arte muere
un mucho.
El valor de una obra (da igual que sea pintura, danza, literatura, teatro, música, etc.) está en función de “su aceptación”, del valor que los demás le
dan, de su éxito como sinónimo de cantidad de personas que lo consumen, no de
su capacidad de transmisión o expresión.
Por supuesto, hablo en general, hay pequeños oasis en los
que arte y reconocimiento caminan de la mano alejados del snobismo, el postureo
y el negocio (¡pero cuanto cuesta dar con ellos!).
Leía que dentro del mundo de las grandes colecciones de
arte, la calidad de un cuadro se mide en función de su precio, (¡oh!, ¡otra
sorpresa!), ahora solo falta que me digan que esa gente no tiene ni idea de
arte. Esta perogrullada es tan absurda como triste. Es una historia por todos
conocida, pero que alguien me explique bajo que parámetros las obras de
artistas que murieron en la más absoluta miseria y sin apenas ventas, baten
ahora récords.
Creo que el arte, en su más pura esencia, solo puede vivir
de espaldas al negocio, marginado en habitaciones, estudios y talleres. Cuando
se enfrenta a juicio se desvirtúa. Lo malo es que el artista tiene la mala
costumbre de necesitar comer todos los días y es en ese choque donde el arte
empieza a morir.
Arte y negocio son como el agua y el aceite. Pueden
convivir, pero nunca podrán mezclarse.
Bueno, como siempre, solo es mi opinión. Me ayuda verbalizar
mis paranoias y escribirlas para visualizarlas.
Feliz semana.
Joel Reyes