Cuando tenía 19 años tuve un trabajo en el que ganaba 150 mil pesetas, es decir, aproximadamente 900 euros de los de ahora, una cantidad que ronda el salario de la inmensa mayoría del español medio. ¿Qué ha pasado en estos 20 años?, ¿Era irreal aquello o es irreal esto?, ¿dónde ha quedado todo aquello por lo que se luchó en los 70 y los 80?. Nos han devuelto al punto de partida de un plumazo.
Eso sí, para acabar de situarnos.
Cuando empezaba a salir con mis tiernos 18 años, una cerveza valía 100 pesetas,
es decir, 60 céntimos de euro. Hoy día pagas de 2 a 5 euros en cualquier bar de moda o
sala de conciertos. Nuestro poder adquisitivo se ha derrumbado. Somos lo que
comemos, lo que pensamos, lo que hacemos, si, pero para la sociedad somos lo que
consumimos y si no consumimos, no interesamos.
Hay gente que reclama la
gratuidad de la cultura, de música, cine, teatro, etc. Deben pensar que los que nos
dedicamos a esto no comemos ni pagamos facturas, o simplemente que deberíamos
tener un trabajo “como dios manda” para vivir, y no estar ahí, disfrutando con
lo que hacemos. Si la cultura ha de ser gratis, ¿no debería serlo también
todo lo demás?, ¿porqué no puedo entrar en un supermercado y llenar mi carro
gratis?, ah, eso es delito. ¿Cuesta tanto entender que nuestro oficio es devoción pero también
la forma de vida con la que intentamos subsistir? A nadie le gusta trabajar gratis, aunque
los músicos lo hagamos muy a menudo.
Tenemos el dudoso honor de estar
a la cabeza del mundo en piratería. En descargas de música y películas. Que
levante la mano el que no haya descargado alguna vez música o películas. Yo no
puedo levantarla.
Los Extremoduro lo han dejado
claro en su comunicado de prensa a raíz del tan trillado tema del robo de su
último disco. Son muchos los que roban en el camino. Lo cojonudo es leer en la
red que mucha gente se alegra de ese hecho e incitan a descargarse el disco. Sería
interesante ir al trabajo de cualquiera de esas personas, si es que lo tienen,
y proveerse de lo que sea que hagan sin pagar por ello. En el fondo creo que lo
que se sobreentiende de todo esto, es que la sociedad sigue viendo al artista
como un vago, un maleante que vive del cuento, con su cancioncitas, sus
letritas, sus cuadritos, sus novelitas, y eso no es trabajar, eso es disfrutar,
y cómo bien dice la biblia, ganarás el pan con el sudor de tu frente, sin
disfrute alguno, del sexo dicen cosas parecidas. La envidia siempre ha sido una
pandemia incurable.
En fin, a veces pienso que
tenemos lo que merecemos, porque una sociedad suele ser el reflejo de sus
gobernantes y viceversa, y porque nuestra falta de empatía y exceso de apatía me
lleva a pensar que este lugar que habitamos se rige más por el “si yo estoy
jodido, que se jodan los demás” que por el “vamos a cambiar todo lo que no nos
gusta” o el “ole los cojones de aquellos que luchan por vivir su vida de la
forma que eligen y no de la que les dicta la inercia”.
No se me pasa el cabreo, que le
voy a hacer.
Joel Reyes