Si nos preguntaran por el sentido
de la vida, la mayoría de nosotros responderíamos que aquello a lo que
aspiramos es a ese concepto tan abstracto que es la felicidad. Pero la
felicidad no es algo tangible, sino un estado de ánimo. Si ahondáramos más en la
pregunta e intentáramos llegar un poco más lejos, creo que nos encontraríamos
ante bastantes bloqueos mentales. Lo que nos hace felices es esa búsqueda en la
que, aquellos que no nos conformamos con lo que nos cuentan que da la felicidad,
empleamos la mayor parte de nuestra vida.
El otro día vi la nueva película
de Paolo Sorrentino, director (entre otras) de “Un lugar donde quedarse”, una
bonita película protagonizada por Sean Penn (gran interpretación) que habla de
las heridas que no cicatrizan y la búsqueda de los orígenes. Su nueva obra se
titula “La gran belleza”, otro ejercicio filosófico y estético en el que se
habla de la frivolidad como forma de vida, de lo mundano como anestésico contra
lo importante, de la dictadura de la belleza y la notoriedad, de la soledad, el
vacío y la crueldad del paso del tiempo. Una película que te mantiene con una
media sonrisa lacónica, pues te enfrenta a un espejo en el que todos tememos
mirarnos desde la ironía y los contrastes. Si en algo nos iguala la vida es en el hecho de que el tiempo pasa para todos y ese tiempo nos lleva a lugares comunes. Da igual la calidad de vida, el estatus social… las querencias, cuando te abraza la soledad, son muy parecidas. Dicen que las penas con pan son menos, es cierto, pero cuando se va “el hambre”, la pena se queda.
Más pronto que tarde uno aprende (o no), que la felicidad está asociada a la trascendencia. El ser humano quiere dejar huella, ser recordado, y esa trascendencia pasa por ser querido y valorado por las personas que nos son importantes, todo lo demás es efímero y pasajero. Lo material, el envoltorio, desaparece, el bagaje emocional que dejamos cuando nos vamos es lo único que importa. Hay quien se ampara en lo material y/o profesional, pues esconde muchas miserias de cara a la galería, pero es lo personal lo que marca la diferencia para los que te quieren.
Apenas hace un mes que nuestro amigo
Paquito nos dejó. Aún nadie hemos conseguido encontrarle sentido a su muerte,
más allá de darnos cuenta de lo valiosa que era su presencia para mucha gente,
de lo mucho que se le quería y lo mucho que se le echa de menos y es ahí donde
radica el sentido de su vida, todo el amor que dio y recibió, toda la amistad
que regaló, todos los recuerdos que dejó a los que tuvimos la suerte de
conocerle. Ese es el valor de una vida, ni más, ni menos, el resto es sólo humo
y fuegos de artificio.
Joel Reyes
Me ha gustado mucho esta reflexión, Joel, no la comparto del todo, pero me ha hecho pensar, y eso es algo de agradecer siempre. Me quedo sobre todo con esto: "Si en algo nos iguala la vida es en el hecho de que el tiempo pasa para todos y ese tiempo nos lleva a lugares comunes. Da igual la calidad de vida, el estatus social… las querencias, cuando te abraza la soledad, son muy parecidas. Dicen que las penas con pan son menos, es cierto, pero cuando se va “el hambre”, la pena se queda." Y es que, al final, llega un punto en que los bálsamos dejan de servir, y sólo queda preguntarse si uno está dispuesto a asumir la verdadera cura, con todo lo que ello implica, especialmente a nivel emocional...
ResponderEliminarTomo nota de la película que recomiendas, a ver si saco un hueco, porque pinta bastante bien. Y nada más, espero que hayas tenido una buena entrada de año y mucho ánimo y fuerza para los momentos en los que la vida se vuelva inexplicable, que suelen ser muchos.
Un abrazo!
Muchas gracias, Isa. Agradezco tus palabras, pues son la gasolina para seguir escribiendo. Te recomiendo esa película, da mucho que pensar, pero la interpretación que cada uno pueda hacer de ella depende de su punto de partida y perspectiva, aunque me parece enriquecedora para cualquiera, eso sí, no es ni obvia ni fácil y a veces pareces no entender nada.
ResponderEliminarUn abrazo.