lunes, 20 de julio de 2015

LA MUERTE DEL ARTE

“¿Qué es el arte? Morirte de frío”.

Este juego de palabras cobra un nuevo significado en este tiempo. El frío del negocio mata el arte.

La semana pasada hablaba de la necesidad del ser humano de buscar aceptación. Aceptación para dar sentido a lo que somos y hacemos.

Ayer leía un artículo hablando sobre el mercado del arte. En tiempos de crisis se siguen batiendo records de ventas de obras y sigue siendo un negocio al alza. Vaya sorpresa, la crisis, como leí en alguna viñeta por ahí, es cosa de pobres.

El arte, en su más pura esencia, no es más que la expresión de las sensaciones y necesidades del artista, de su visión del mundo. Arte y sinceridad deben ir unidos, lo otro no es arte, es mercantilismo. Hoy en día arte y negocio caminan de la mano inexorablemente, y ahí es donde el arte muere un mucho.

El valor de una obra (da igual que sea pintura, danza, literatura, teatro, música, etc.) está en función de “su aceptación”, del valor que los demás le dan, de su éxito como sinónimo de cantidad de personas que lo consumen, no de su capacidad de transmisión o expresión.

Por supuesto, hablo en general, hay pequeños oasis en los que arte y reconocimiento caminan de la mano alejados del snobismo, el postureo y el negocio (¡pero cuanto cuesta dar con ellos!).

Leía que dentro del mundo de las grandes colecciones de arte, la calidad de un cuadro se mide en función de su precio, (¡oh!, ¡otra sorpresa!), ahora solo falta que me digan que esa gente no tiene ni idea de arte. Esta perogrullada es tan absurda como triste. Es una historia por todos conocida, pero que alguien me explique bajo que parámetros las obras de artistas que murieron en la más absoluta miseria y sin apenas ventas, baten ahora récords.


 Está claro que Van Gogh, como tantos otros, era un artista que entregó su vida al arte, arte que no fue entendido. Aún así él vivió por y para él hasta las últimas consecuencias. Ese es su valor, no el que los galeristas le han dado luego.

Creo que el arte, en su más pura esencia, solo puede vivir de espaldas al negocio, marginado en habitaciones, estudios y talleres. Cuando se enfrenta a juicio se desvirtúa. Lo malo es que el artista tiene la mala costumbre de necesitar comer todos los días y es en ese choque donde el arte empieza a morir.

Arte y negocio son como el agua y el aceite. Pueden convivir, pero nunca podrán mezclarse.

Bueno, como siempre, solo es mi opinión. Me ayuda verbalizar mis paranoias y escribirlas para visualizarlas.

Feliz semana.


Joel Reyes

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