Lo mismo ocurre con las personas. Tendemos a “seleccionar”
lo que recordamos dependiendo de lo que más nos interesa, emocionalmente, en
cada momento, para conservar o rechazar algo que nos ha ocurrido. Nuestra
memoria es selectiva e interesada, aunque no siempre la podamos controlar y a
veces nos juegue malas pasadas. Los recuerdos nos engañan para protegernos,
exageran, mienten, maquillan, camuflan, disimulan, pero nosotros somos nuestros
recuerdos, nosotros los moldeamos, nosotros escogemos, nosotros encontramos
alivio o alimentamos el dolor. Nadie nos hace daño cuando ya no está en nuestra
vida, somos nosotros escogiendo el recuerdo y la posición en la que queremos
vivirlo.
La memoria miente, mienten los recuerdos, por tanto, nada de
lo que recordamos era exactamente como creemos que fue. Todo es cuestión de puntos de vista, puntos
de vista que nosotros escogemos. Nada (o casi nada), fue tan bueno ni tan malo
como para aferrarnos a ello o rechazarlo de por vida, porque todo nos hace, todo nos enseña. Solo se puede considerar un error no aprender nada de nuestros tropiezos, de lo malo que nos tocó vivir, detenerse, dejar de caminar, aferrarse a un recuerdo que miente, el resto solo es eso que llamamos vida.
Joel Reyes
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