Partiendo de la base de que el suicidio y la depresión son
temas muy delicados que no hay que tomarse a la ligera y de la falta de
información de este tipo de noticias, me ha dado por pensar en el umbral de
frustración que cada cual poseemos.
Es cierto que si me pongo a pensar en este tipo de
personajes me planteo que no debe ser fácil gestionar tu carácter y tu forma de
ser viviendo en una burbuja de sobreprotección y lujo en la que todo el mundo
te está diciendo lo maravilloso que eres desde el día que naciste. Tu umbral de
frustración en estos casos se me antoja debe ser muy bajo, puesto que en tu
mundo casi siempre lo has tenido todo con un chasquear de dedos. Muchas de esas
personas se aferran al argumento de que es muy difícil vivir con esa presión,
con las comparaciones con sus progenitores, con el estar constantemente
sometido a la exposición mediática, me da que es más difícil vivir con otro
tipo de presiones más “mundanas”, aunque entrar en esos terrenos puede sonar
obvio y demagógico. No, imagino que no es fácil, pero en estos casos creo que
el papel de la familia y una figura que no te deje separarte demasiado del
suelo y la realidad es clave para el desarrollo de esos niños. Pienso en Rafa Nadal y no puedo evitar quitarme el sombrero ante él y su familia.
El mundo en el que vivimos nos hace caprichosos, nos hace
estar constantemente deseando algo nuevo, algo diferente, el problema es
acostumbrarse a poder tenerlo todo, eso reduce muy mucho ese umbral, eso hace
que cualquier pequeño contratiempo se convierta en una montaña difícil de
escalar y llega la frustración. La pataleta del niño que no puede conseguir lo
que quiere la podemos extrapolar sin
mucho esfuerzo a la reacción que muchos adultos tenemos cuando la vida o
las circunstancias nos niegan nuestro último deseo.
Dicen que una vida se define no por las veces que has caído,
sino por las que te has levantado, que es una carrera de fondo, una niña
caprichosa que te da y te quita, que deja que te confíes para, de pronto,
ponerte en tu sitio. Saber gestionar esos momentos de frustración es muy
importante para seguir adelante. Discernir entre lo que verdaderamente importa
y lo que es superfluo es clave para alcanzar esa utopía que es la felicidad o
ese estado de calma para contigo mismo.
Esta sociedad nos programa para perdernos en lo superficial,
para enmascarar nuestras taras con apariencia, pero cuando estamos a solas,
cuando se cierra la puerta, ni nuestras muletas sociales ni nuestro maquillaje
pueden ayudarnos, nos toca mirar dentro, y es entonces cuando descubrimos quienes somos
de verdad, sin ornamentos, es entonces cuando comprendemos que en las pequeñas
cosas, en todo aquello que no puede comprarse, es donde radican los cimientos
que sustentan eso que llamamos “estar en paz”.
Joel Reyes
No hay comentarios:
Publicar un comentario