viernes, 6 de diciembre de 2013

NOS VEMOS, AMIGO

Ya vale. No quiero escribir más entradas como esta.

Tal vez no sea la persona más autorizada para escribir estas líneas, pero salen del corazón. Algunos de mis amigos conocían a Paquito desde los 4 años y aunque todos estamos muy tristes, sé que algunos lo están pasando realmente mal. Ellos tienen mil anécdotas que contar, muchas más que yo, de hecho es lo que haremos a partir de ahora. Reírnos recordando todas las veces que nos hizo reír.
Yo tuve la suerte de conocerle y de disfrutar de él casi desde que llegué a Madrid. Siempre nos veíamos de parranda, en los conciertos, o simplemente aparecía allá donde estuviéramos cuando nos juntábamos el grueso de la pandilla.

Apenas hace una semana que nos dimos el último abrazo. Es increíble. Recuerdo su sonrisa perenne y su energía, como siempre. Siempre estaba feliz y disfrutaba como un niño con cualquier cosa. Ayer comentábamos Alex y yo algunos momentos vividos junto a él. Era un catalizador, el pegamento necesario en todo grupo de personas, un tipo al que todo el mundo adoraba, que exprimía la vida a cada segundo. Sí, ya sé que cuando alguien se va se tiende a enaltecer lo bueno y a evitar lo malo, pero Paquito era de los buenos, coño, de los muy buenos. Era muy difícil no congeniar con él, porque no juzgaba, era auténtico, disfrutaba con lo que tenía y obviaba lo que pudiera faltarle. Una lección para todos.
Pero se ha ido sin avisar, para hacernos ver que era una de esas personas que te hacía mejor cuando estabas cerca de él, que te impregnaba de su alegría, positivismo y buen rollo, como un eterno niño con zapatos nuevos. Es difícil aceptarlo.


Y Paquito tuve la inmensa suerte de encontrar el amor, pero el amor CON MAYÚSCULAS. Fue a dar con eso que llamamos alma gemela, media naranja o como cada cual quiera llamarlo, eso en lo que cada vez es más difícil creer. Ellos lo tenían. LO TENÍAN. Sonia y Paco eran tal para cual, el uno para el otro, el hambre y las ganas de comer. Eran de esas parejas que te dan envidia de la buena, a lo que cualquiera debería aspirar estando en compañía. Llevaban casi 10 años juntos y apenas hacía uno que se habían ido a vivir juntos. Daba gusto verlos, siempre haciéndose reír, adorándose mutuamente, siendo y dejando ser. No es justo.
No puedo imaginarme el dolor tan inmenso que Sonia debe estar soportando. Como ella misma dice, se le ha ido su alegría, su felicidad, pero espero y deseo que más pronto que tarde alcance a ver que tuvo la suerte de vivirlo, de disfrutarlo, que ambos fueron mejores gracias a lo que se aportaron, como lo somos todos los que tuvimos esa suerte. Sé que así será porque Sonia es tan fuerte, positiva y adicta a la vida como lo era él. Toda la fuerza del mundo, Sonia, toda.

Todos sabemos que allá donde esté ya la estará liando, ya habrá hecho amigos y si pudiera nos diría que tampoco es para tanto, que lo celebremos y que nos espera para tomar unos botellines o unos “cacharros” y reírnos un rato.
Se te va a echar mucho de menos, amigo, pero precisamente por eso, siempre estarás con nosotros.

Joel Reyes

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