El ser humano es contradictorio por naturaleza. Siempre he
dicho que lo más difícil en esta vida es ser coherente con nuestros
pensamientos, que nuestros actos vayan unidos a los principios que rigen
nuestra existencia. No eres lo que dices que eres, eres lo que haces. Como dice
ese niño de 9 años en el video que colgué hace unos días en mi muro, el sentido
de la vida es, “simplemente”, lo que hacemos con ella.
Desde muy joven entendí que vivimos en una contradicción
constante entre lo que decimos que queremos y lo que nuestros actos dicen de
nosotros. Recuerdo en el instituto como las chicas siempre hablaban de cómo les
gustaría encontrar a un chico bueno, romántico, que las mimase y las tratase
como princesas, para luego colgarse de los malotes que las ignoraban en el
mejor de los casos o les daban mala vida en muchos de ellos. Así somos. Creemos
querer unas cosas pero nos atraen otras muy diferentes.
También es una conversación recurrente con el mundo femenino
el tema del sexo. Las mujeres suelen quejarse de que los hombres somos básicos,
insensibles, que vamos al grano y no atendemos a los juegos o protocolos
preliminares. Parto de la base que el sexo es cosa de dos, que hay momentos
para todo y que son la comunicación y el consenso los que deben regirlo.
Sin embargo, de pronto, una trilogía de literatura erótica
(léase “50 sombras de Grey”), se convierte en un bombazo a nivel mundial y de
la misma forma en este país. Muchas mujeres reconocen que las ha revolucionado
y les ha abierto la mente. Lo cual, dicho sea de paso, me parece genial. Pero
una cosa me choca al respecto. Esos libros hablan de unos roles sexuales muy
alejados de esa dulzura, sensibilidad, romanticismo, que mencionaba
anteriormente, del “sexo vainilla”, que
así se llama ahora al sexo “convencional”. Entonces, ¿porqué esas novelas han cautivado
de tal forma al público femenino?, ¿Queremos cosas diferentes a las que decimos
querer? o ¿tal vez sean nuestra educación
y nuestros tabús los que rigen nuestros gustos a la hora del sexo y no
nuestro instinto?.
Evidentemente, en el sexo hay momentos para la tempestad y
la calma, pero en esos libros, la sumisión, el castigo, la dominación son hilos
conductores, y se extrapolan, emocionalmente, más allá de una relación
BDSM o de un acuerdo entre dos partes. Es ahí cuando entramos en zona
peligrosa. Soy de los que piensan que lo que ocurre en la cama (o donde sea),
ahí se queda, que es territorio sagrado en el que todo vale, siempre y cuando
sea consentido y practicado en libertad pero se me antoja que no todo el mundo
sabe separar lo que ocurre dentro y fuera de la cama o del contexto del sexo. Ese
es el riesgo, extrapolar esos roles fuera del juego sexual y llevarlos más allá
en las relaciones interpersonales.
Tal vez algunas fantasías no sean más que eso y no estemos
preparados para llevarlas a cabo, tal vez sólo sea la curiosidad por lo
desconocido, o tal vez, a veces nos asuste aceptar lo que realmente somos, lo
que realmente nos gusta, nos pone, nos hace felices, o simplemente nos mantiene
alerta y nos hace sentir vivos, porque muchas veces nos cuesta aceptar que lo
que siempre hemos creído querer y desear para rozar con los dedos eso llamado
felicidad, y no sólo estoy hablando de sexo, no es lo que nuestro instinto
busca.
Joel Reyes
P.D.: Que conste que mi papel en esta entrada es el de mero
abogado del diablo, y si bien, dejo entrever mi opinión, sólo intento provocar la
vuestra y reflexionar, sin, por supuesto, pretender herir ninguna sensibilidad,
porque todo vale si a nosotros nos vale y es elegido.