La de veces que habré oído en mi vida lo de
“tampoco está tan mal”. Si no está tan mal es que no está del todo bien. No hay
más. Nadie me negará que somos un país que tendemos a la chapuza. No es bueno
generalizar y no lo hago. Cada vez más hay profesionales a los que no les vale
la aproximación a algo bien hecho y demuestran con su trabajo que otra forma de
hacer es posible.
Todos sabemos lo que es hacer las cosas a
medias, “barrer bajo la alfombra”, el “para un pueblo ya está bien”, “pues no
ha quedado tan mal”. Evidentemente, cuando digo esto estoy hablando de nuestros
oficios, de aquello a lo que nos dedicamos, no de cuando ponemos toda nuestra
voluntad en algo que no es lo nuestro. La vida me ha enseñado que, muchas
veces, la diferencia de esfuerzo entre hacer algo bien o hacerlo a medias, es
muy pequeña, mientras que la satisfacción es mucho mayor en el segundo caso.
Poner cariño en todos nuestros actos mejora sustancialmente los resultados y la
respuesta de los demás ante ellos.
La economía de un país depende de su capacidad
de hacer las cosas bien, de optimizar el tiempo y el trabajo. España es el país
europeo que más horas trabaja y el tercero por la cola en productividad. No hay
más. Como dicen los abuelos: “Las cosas bien hechas, bien hechas están”.
La crisis ha ayudado al mayor esmero en el
trabajo por miedo al despido, pero, si es el miedo el que mejora nuestra
productividad, poco dice de nosotros y nuestra honestidad a la hora de ejercer
nuestra profesión, sea la que sea. Como siempre digo, no es ser el mejor, es
dar lo mejor. Por nosotros, por nadie más.En las relaciones humanas suele suceder lo mismo. Todos sabemos cómo se deberían hacer las cosas cuando en la vida tenemos que afrontar esas conversaciones que tan incómodas nos resultan a todos, esas conversaciones con amigos, familia, parejas, ex - parejas, jefes, etc. Son situaciones incómodas, “marrones”, o como dice mi amigo Josepe, “sapos” que tenemos que comernos.
La tecnología apoya a la cobardía en este tipo
de conversaciones, a veces un whasapp, mensaje o mail, en el peor de los casos,
o una llamada telefónica, en el menos malo de ellos, nos ayudan a ser más
“valientes”, a rehuir eso tan importante que es mirar a los ojos de las
personas cuando tenemos conversaciones importantes. Todos lo hemos hecho y a
todos nos lo han hecho, pero todos sabemos que eso no es hacer las cosas bien.
Mirar a los ojos de las personas y decir aquello
que tengamos que decir no siempre es fácil, pero es la única manera de hacer
bien las cosas, sobre todo si esa persona te importa, porque se lo debes, a
ella y a ti mismo. Porque pasado el mal trago te sentirás mejor por haber hecho
las cosas bien y la paz, que de ello deriva, no tiene precio. Doy fe.
Joel Reyes
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