Alex es de los que aún se resiste al Whasapp, si bien
empieza a sentirse como un paria, desconectado del mundo tecnológico, y por
ende, de muchas de las cosas que tan solo ocurren a través de él. Alex es de la
vieja escuela, de los que quedan con sus amigos para tomar botellines y
contarse la vida mirándoles a los ojos o de los que llama cuando quiere saber
de alguien. Afortunadamente, en nuestro círculo, lo de quedar solemos hacerlo a
menudo.
Pero se quejaba amargamente de cómo, desde que apareció el
invento del maligno, el contacto con la gente que conoce en sus viajes como
guía por Asia y Sudamérica se ha reducido o eliminado tras estos. Los mails llegan con cuentagotas y
el escaso contacto se mantiene por Whasapp, con lo cual él queda excluido. También
cuenta con tristeza que en esos mismos viajes, mientras visitan lugares
increíbles o explica historias, algunos están más pendientes de hacer fotos y
enviarlas por Whasapp que de disfrutar de esos momentos únicos e irrepetibles.
Es el signo de los tiempos. Si no estás, no existes, si no
lo cuentas, no ha ocurrido.
Hace unos días me ocurrió una cosa que me hizo pensar, un
poco más, en qué nos estamos convirtiendo, en qué se está convirtiendo nuestra
sociedad y nosotros con ella.
Un virus informático bloqueó mi ordenador. La mayoría de mi
trabajo lo realizo con él, exceptuando la composición, para la cual tan solo necesito
mi guitarra, un papel y un bolígrafo. No tenemos tele, con lo cual, nuestro
contacto con las noticias se da a través de la red. Nuestro hobby cuando no
estamos trabajando es devorar series online. De pronto todo eso desapareció. La
primera sensación que me invadió fue de impotencia y cierta incomodidad.
Después pasé a pensar lo dependientes y vulnerables que nos hemos vuelto.
Afortunadamente al cabo de una hora mis constantes vitales se habían
estabilizado y me puse a leer, luego salí a correr. Conseguí sobrevivir a mi
apagón. No fue para tanto.
De pronto me puse a pensar en qué ocurriría si tuviésemos un
apagón general. Imaginad por un momento (con cuidado, que esto puede provocar
ataques de ansiedad) que de pronto la red eléctrica, internet y telefonía se
caen durante, digamos, un mes. Muchas de las personas que forman parte de
nuestro día a día ni siquiera sabemos donde viven, nuestro único contacto con
ellas se reduce a un número de teléfono o un Facebook, no podríamos ir a
buscarlas a casa, y en un Madrid, con 5 millones de habitantes, podría ser una
ardua tarea encontrarlas, como buscar una aguja en un pajar.
Imaginad por un momento que acabáis de conocer a alguien
especial, alguien que os gusta mucho, alguien de quien apenas tenéis
información más allá de un número de teléfono y unas cuantas conversaciones. De
pronto perdéis toda posibilidad de contacto con esa persona, más allá de
buscarla por las calles de vuestra ciudad. Puedo imaginar perfectamente el
agobio. No me digáis que no da para una buena historia.
Realmente resulta, cuanto menos, angustioso comprobar cómo
la tecnología condiciona nuestras vidas, nuestras relaciones, nuestro mundo. No
es mal ejercicio desconectar de vez en cuando de todos nuestros enganches para
comprobar que aún somos humanos, que podemos relacionarnos como cuando éramos
pequeños e íbamos a casa de nuestros amigos a llamar a su timbre para que
bajaran a jugar.
¿Sabes dónde viven todos tus amigos y personas cercanas?
Empieza a averiguarlo por si acaso.
Joel Reyes
P.D.: No os perdáis este video. Es genial. Entenderéis a
Alex y tal vez sintáis incomodidad al veros reflejados en él de un modo que no
os gustará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario