Una persona puede ser más o menos agraciada, pero es en los
ojos de quien la mira donde radica lo bueno o lo malo que en ella vemos. Somos
como somos, sin embargo no todos nos perciben de la misma forma. A unas
personas caemos bien, a otras no, para unos somos agraciados, simpáticos,
agradables y para otras todo lo contrario. Todo depende del momento, de las
circunstancias, pero sobre todo, del punto de vista de quien nos observa.
Con los gestos ocurre lo mismo. Su valor es el que nosotros
les damos. Me explico.
Una chica está en un bar, en ese mismo bar se encuentra el
chico que le gusta y a su vez un chico que está colado por ella. Entra un
vendedor de rosas. El chico enamorado, que la conoce bien, pero en el que ella
apenas ha reparado, compra una rosa, se acerca y se la regala. Lo más probable
es que ella sea educada, se sienta halagada, acepte la rosa y posteriormente
comente la jugada con sus amigas como una agradable anécdota. Pero imaginemos
que el chico que a ella le gusta hace lo mismo. Ahí la cosa cambia, probablemente,
el corazón de la chica se acelerará, es probable que se ruborice, que no sepa
cómo reaccionar o qué decir, que sienta que está tocando el cielo con la punta
de sus dedos. El gesto es el mismo, la interpretación que de él ha hecho en ambos
casos, en totalmente diferente. Parece una perogrullada, pero muchas veces se
nos olvida.
A todos nos pasa que cuando estamos esperando una llamada o
un mensaje de alguien que nos importa, y el teléfono suena, ya puede ser
nuestro mejor amigo, la prima de Cuenca, nuestra madre, o el mismísimo Obama
quien nos llame, si no es quien queremos que sea, no podemos evitar un gesto de
decepción.
Evidentemente hay excepciones. A veces ocurre que personas
en las que inicialmente no hemos reparado acaban ganándonos, conquistándonos
poco a poco, de forma paciente, discreta y silenciosa. En el amor, como en la
guerra, no hay reglas, afortunadamente, y muchas veces esas personas nos
atrapan de una forma mucho más sólida y consistente.
Por eso es bueno valorar los gestos que las personas que nos
quieren y valoran tienen con nosotros, vengan de quien vengan, porque
seguramente, detrás de esos gestos hay una carga emocional importante, una
ilusión unida a ellos y eso es un tesoro en sí mismo, un regalo para nosotros y
la persona que lo da.
Demos a los demás lo que nos gustaría recibir. Ni más, ni
menos.
Joel Reyes
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